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Pulso en el egipto postmubarak

Tres prejuicios y una única, aunque compleja, realidad

Tres son los prejuicios que condicionan la visión desde Occidente -incluida la de parte de la izquierda- de los acontecimientos en Egipto, aprioris que son aplicables, salvando las distancias y con los consabidos matices, al conjunto de las revueltas en el mundo árabe.

Dabid LAZKANOITURBURU

Ciñéndonos al caso egipcio, el primer prejuicio nos remite directamente al desprecio, cuando no racismo abierto, con el que vemos lo que está acaeciendo por aquellos lares. Como ocurriera cuando condenaron a cadena perpetua al rais Mubarak (ver GARA, 6 de junio, «La insatisfacción revolucionaria como argumento contrarrevolucionario»), el último golpe sobre la mesa del presidente egipcio es interpretado por muchos desde aquí como una pura pose, una confirmación de un acuerdo previo entre los Hermanos Musulmanes y el Ejército. Si Morsi hubiera mantenido a Tantawi en el poder se habría confirmado la sumisión de los islamistas al Ejército. Su destitución confirma lo mismo. Nunca fallan.

El desprecio racista se conjuga en este caso con las reservas hacia los Hermanos Musulmanes egipcios que, y no se olvide, han ganado dos elecciones consecutivas.

Cierto es que, más allá de una solidaridad de ribetes demasiado caritativos con las clases más desfavorecidas, la visión religiosa holística de la sociedad y la defensa que la Hermandad profesa respecto a la economía «libre» de Bazar (a no confundir con el capitalismo más salvaje) no son credenciales admisibles para nadie que se considere de izquierdas en Europa. Otra cosa es aplicar nuestros siempre fallidos esquemas revolucionarios a otras realidades y soñar con que la Plaza Tahrir iba a parir algo que nosotros hemos sido y somos incapaces de concebir (en el sentido biológico del término).

Porque, y ahí reside el tercer prejuicio, todo apunta a que los occidentales hemos olvidado las lecciones que nos da nuestra propia historia. Y que, más allá de las siempre agotadoras disquisiciones terminológicas, la revoluciones son procesos largos y sinuosos que incluyen procesos negociadores (en Egipto, en la Rusia de Lenin y en la Conchinchina)

¿Que los Hermanos Musulmanes han negociado con los militares? Evidente. Lo contrario sería ahistórico. Han negociado y, en este pulso todavía inacabado, han ganado una batalla, que no la guerra. Porque se negocia para ganar. Siempre.

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