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La estancia de nómadas en Lapurdi, entre controversia y aceptación

Unas 120 caravanas de nómadas abandonaron ayer, justo antes de que los expulsaran por orden judicial, el campo de rugby de Mugerre, donde se habían instalado hace una semana. En estos momentos, otras tantas caravanas se encuentran acampadas en la explanada de La Floride de Baiona, esta vez con permiso municipal. La estancia de estas comunidades que se repite todos los veranos en Lapurdi constituye un problema para unos y un derecho para otros.

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Arantxa MANTEROLA | MUGERRE

Esta vez la Policía no tuvo que intervenir porque el centenar largo de caravanas de nómadas dejaron ayer el campo de rugby de Mugerre donde habían implantado su campamento sin autorización ocho días antes.

El alcalde de la localidad labortana, Roland Hirigoien, no tardó en denunciar el hecho ante los tribunales a los que se dirigió en un procedimiento de urgencia para que ordenasen su expulsión. El Tribunal de Baiona así lo hizo el pasado viernes pero los nómadas ya tenían previsto levantar el campamento ayer, por lo que no hubo actuación policial.

Este tipo de episodios se repite desde hace años, principalmente en las localidades costeras y aledañas donde grupos de nómadas pertenecientes a la misión evangélica Vida y Luz, integrada en la Federación protestante, se reúnen para «rezar, evangelizar a los no convertidos y devolver al buen camino a quienes se han desviado de él», como declaró el pastor Laurent a «Le Journal du Pays Basque».

Ultima escala

La misión instalada en Mugerre comenzó su recorrido a principios de mayo y la etapa vasca es la última de su circuito antes del gran encuentro de Laon, en la región de Picardie, al norte del Estado. Allí se reunirán 10.000 caravanas.

La llegada de estas comunidades, aunque habitual, por lo general no suele ser bien acogida por las instituciones. Argumentan que ocupan lugares no preparados para ello o destinados a otras actividades. Precisamente, ese es el quid de la cuestión, ya que la ley francesa obliga a las poblaciones o aglomeraciones de más de 5.000 habitantes a disponer de espacios preparados para acoger a «nómadas y gentes del viaje».

La mayoría no cumplen con esa norma y la preparación de áreas adecuadas a tal fin está siempre en la pila de los proyectos. En algunas poblaciones, por ejemplo en Baiona, el Ayuntamiento preparó hace dos años un espacio provisional en un solar del recinto portuario.

Aunque algunos nómadas lo utilizan, en general son reacios a ello porque consideran que no reúne las condiciones mínimas y porque además es insuficiente para acoger a tantas caravanas. Ese suele ser otro punto de fricción con las instituciones porque el interés de las misiones suele ser, justamente, el de permanecer reunidos y no dispersados durante la estancia.

«Además, las solicitudes de permisos para acampar no suelen ser respondidas con la antelación suficiente», indicó el pastor Laurent reclamando el derecho de su comunidad a viajar y a permanecer donde deseen.

Este guía espiritual añade que los vecinos de las localidades donde se instalan están divididos: «Hay quien considera normal que hagamos esto porque no nos ponen áreas preparadas, pero otros dicen que echan de menos los crematorios».

Las propias instituciones divergen a la hora de la acogida. Como ejemplo, está el caso de Baiona que este año ha autorizado el uso de la explanada de La Floride donde, ahora mismo, hay instaladas unas 300 personas en unas 120 caravanas.

Unidos por la religión y por sus ancestros itinerantes

No todos los miembros que efectúan esta trashumancia evangélica se conocen entre ellos. En función del programa, participan en la misión gentes venidas de todas las regiones del Estado.

Son de orígenes diversos o pertenecen a diferentes comunidades -principalmente gitanos- y les une el hecho de que sus ancestros eran nómadas. El pastor Laurent explica que la mayoría de ellos han perdido sus respectivas lenguas y se inclina por la denominación de «gentes del viaje, porque es lo que hacemos».

La gran mayoría posee una vivienda sedentaria para cuando no viajan y son comerciantes o artesanos «que trabajan y pagan sus impuestos como todos». A.M.

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