Golpe de mano que convulsiona Egipto
La noticia del «retiro forzado» del mariscal de campo Mohamed Tantawi -el arquitecto del intento de la cúpula militar de perpetuar su poder y sus privilegios- y otros seis generales, ha convulsionado Egipto y las cancillerías internacionales. Esta purga en el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, durante años intocable e invencible, supone simbólicamente un punto final al rol dominante de los militares en la política egipcia y, además, es un movimiento táctico del presidente Mohamed Morsi que refuerza su liderazgo y satisface una de la aspiraciones más sentidas de la revolución. La abolición de la declaración que disolvió el parlamento y otorgó capacidad de veto a los militares sobre cualquier legislación o medida presupuestaria que dañara sus intereses abre una posibilidad para una nueva confrontación. Pero parece poco probable que el Tribunal Supremo actúe si la Junta Militar acepta la decisión de Morsi.
Esta jugada agresiva contrasta con su imagen un tanto deslucida antes de que se convirtiera en presidente. En un principio parecía expuesto a todo tipo de vulnerabilidades y, quizá por ello, optó por seguir una estrategia cuidadosa, paso a paso, para aumentar su poder y situar a figuras de la revolución en los puestos del Estado del «poder blando». Con este golpe a la cúpula militar, Morsi demuestra que también va tras el núcleo duro del poder. Y envía un mensaje claro a los nostálgicos del viejo régimen, tanto en el interior como en la región.
Por primera vez en la historia de Egipto, un civil elegido como presidente desautoriza las decisiones del poder militar. Sin duda es un salto significativo. Los ataques islamistas en el Sinaí que se saldaron con dieciséis guardias fronterizos muertos y que conmocionaron al público egipcio y debilitaron políticamente al Ejército han sido aprovechados por Morsi. Algunos analistas sugieren que sus decisiones han sido coordinadas con las Fuerzas Armadas. Es algo que no está claro. Lo que sí parece evidente es que el modelo turco se abre camino en Egipto. Muchos ven en Morsi la encarnación de un nuevo Erdogan.