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Raimundo Fitero

El monstruo

 

Los veranos producen serpientes informativas que se alimentan de la desidia y la deslocalización de una mayoría. Desde las oficinas de prensa de los ministerios estratégicos aparecen monstruos para contrarrestar, matizar, ocultar la realidad. Son ejercicios de despiste, escaramuzas diseñadas por los aparatos de incomunicación social, con el fin de alterar la atención sobre lo importante, desmontar cualquier atisbo de mensaje que escape del insufrible no pensamiento imperante y que aparecen de muchas formas, espontáneas o manufacturadas.

Uno de los monstruos de este verano se llama Juan Manuel Sánchez Gordillo. En este periódico no pasa el día sin que alguien se pronuncie sobre su figura. En otros medios aparece esquinado, maltratado, demonizado o ridiculizado. Lo cierto es que, incluso antes del asunto de los carros de supermercado, ya aparecía de vez en cuando en tertulias políticas de algún canal de la caverna mediática. La primera vez que lo vi, me pareció extraño. Era uno contra demasiados, pero existía un cierto pacto, le dejaban intervenir y era la extravagancia, la utopía, lo imposible, ese desprecio clasista de los ignorantes y los arribista, además de un barniz de pluralidad.

Pero después de la acción se ha disparado su presencia televisiva. Su imagen se utiliza, el noventa y cinco por ciento de las veces para mal, pero creo que se está sobrexponiendo a los efectos de los rayos gama de los platós. La encerrona de «El Gran Debate» era previsible. Y mi duda es si su argumentario, en medio de tanto facherío, se puede, primero escuchar y después revalorizar o si al aparecer en ese tipo de programas se banaliza. Sánchez Gordillo es veterano lobo de asamblea, de argumentación fundamentada, pero en la tele actual el reglamento es otro muy diferente y se funciona con consignas.

Es de esperar que su figura se vaya diluyendo, pero el monstruo televisivo crea monstruos incontrolables, corre el peligro de convertirse en una especie de Belén Esteban del rojerío. El que muchos sepamos que no es eso, no impide que la tele y los aparatos de manipulación le creen ese perfil para una mayoría de ciudadanos incultos y políticamente desarmados.