CRíTICA: «Los tres chiflados»
Los Farrelly vuelven a la niñez a golpe de onomatopeya
Mikel INSAUSTI
Los Farrelly han puesto mucho empeño en homenajear al trío cómico favorito de su infancia, pero los años han ido pasando sin que el proyecto se concretara y, al final, la película dedicada a The Three Stooges ha coincidido con su etapa de decadencia, tras la decepcionante «Carta blanca». Se les ve faltos de ideas, ya que lo que tienen ahora mismo entre manos es una muy tardía secuela de su viejo éxito «Dos tontos muy tontos».
Me gustaban los cortos en blanco y negro de Moe, Larry y Curly, como también me gustaban las comedias de los hermanos Farrelly, pero no me hace reír con ganas la confluencia que se da entre ambos estilos humorísticos en «Los tres chiflados». Y el fallo no está en la elección de los intérpretes, que aparecen muy bien caracterizados e imitan perfectamente al trío original. Por lo que no se nota tanto como cabría esperar la ausencia de Benicio del Toro, Sean Penn y Jim Carrey, salvo de cara a la taquilla.
Donde no funciona «Los tres chiflados» es en el argumento, que pretende ensamblar sin conseguirlo la estructura clásica en episodios sueltos, dividiendo la hora y media del largometraje en tres segmentos de media hora relacionados entre sí. Mediado el segundo ya se va perdiendo el interés, ante la imposibilidad de mantener una conexión con el punto de partida. Empiezan con la típica introducción de los huerfanitos recogidos por las monjas, siendo unos bebés con el posterior aspecto adulto en sus cabezones, hasta que crecen y se enfrentan a la cruda realidad de que ninguna familia normal quiere adoptarlos. El guión hace aguas al salir al exterior, con el pretexto de que el orfanato puede ser clausurado si no reúnen la cantidad de dinero necesaria para salvarlo, y nada más poner el pie en la ciudad se meten en un lío tras otro.
Moe, Larry y Curly son como niños del pasado que no saben nada del mundo moderno, por lo que la comicidad depende los anacronismos que provoca su total desconocimiento de las nuevas tecnologías y formas de entretenimiento. Ellos se siguen expresando en su primitivo lenguaje a base de gestos y golpes combinados con sonidos onomatopéyicos.