Un error de Andrés Fernández a disparo de un lesionado Riki mandó al traste la posibilidad de puntuar en el estreno liguero de Riazor y provocó una transformación negativa en una escuadra navarra que, hasta entonces, había jugado bastante bien. Desde 1959, Osasuna no perdía en una jornada inaugural en Primera, aunque también es cierto que los rojillos llevan siete campañas consecutivas sin sumar tres puntos el primer día de competición.

Fueron los propios pupilos de Mendilibar los que se fueron complicando la vida a medida que avanzaba el choque. De más a menos, pasaron de un fútbol dominante buscando la meta contraria a un juego voluntarioso, pero sin mordiente. El 1-0 ejerció de venenoso regalo, que mató a los encarnados -su reacción tras verse por detrás en el electrónico apenas duró unos minutos- y espoleó a los locales.

Osasuna es un equipo que sabe que debe construirse desde atrás y ayer en la parcela defensiva estuvo muy blando, cometiendo hasta dos penaltis, solo uno de ellos pitado, aunque Fernández Borbalán también debió señalar uno sobre Cejudo en la jugada previa al 2-0. Precisamente el gol con el que el Deportivo cerró el encuentro, obra de un Nelson Oliveira que apunta alto, fue la postrera demostración de lo poco acertada que estuvo la línea zaguera.

La verdad es que nadie hubiese presagiado un marcador tan desfavorable cuando el equipo desplegó su mejor poderío físico en una primera parte en la que se impuso a los anfitriones. Los pulmones, en cualquier caso, no dieron el suficiente resuello como para que ese dominio se materializase en algo concreto. Es más, fueron los gallegos quienes estuvieron más cerca del 1-0 con un balón al larguero de Pizzi en el minuto 7 tras error en el despeje de Arribas y un penalti marrado por Riki en el descuento de esa primera mitad.

1-0, punto de inflexión negativo

Claro que el partido también habría tomado otro rumbo si el linier no hubiese levantado la bandera de manera equivocada en un fuera de juego inexistente de Joseba Llorente, cuando el hondarribiarra ya se iba derecho a un mano a mano con Aranzubia. El delantero guipuzcoano fue quien dispuso de la mejor oportunidad rojilla del envite haciendo gala de su dominio del juego aéreo al rematar de cabeza, pero excesivamente centrado, en el 28.

Osasuna llegaba, sobre todo por el buen hacer y combinaciones del trío ubicado por detrás del futbolista cedido por la Real. Cejudo, Nino y Sisi conseguían hilar con precisión y movilidad en una línea de tres cuartos en la que los pivotes locales se mostraban incapacitados para cortocircuitar todas esas conexiones. Pero la tripleta ofensiva se fue diluyendo, como el resto del equipo, cuando se vio con el marcador en contra.

Fue un punto de inflexión determinante y claramente negativo. La rabia les duró a los de Mendilibar apenas unos minutos en los que embotelló al Depor en su área donde, por cierto, también hubo unas manos de Bruno Gama. No cabe, en cualquier caso, achacar la merecida derrota a la labor arbitral.

Porque a partir de ese momento a los rojillos se les nublaron las ideas, fruto del cansancio seguramente, su rival cerró espacios y líneas de pase como no lo había hecho hasta entonces y el encuentro entró en el ritmo que más favorecía a quienes comandaban en el marcador. Un cabezazo de Aguilar a saque de falta con toda la escuadra navarra dormida y un chut cruzado de Nelson Oliveira cuando apenas llevaba dos minutos sobre el terreno de juego bien pudieron decantar definitamente el encuentro.

Como se ha comentado, tal circunstancia llegó en el descuento, aunque la entrada de Kike Sola, que tuvo el empate en el 89, y la pena máxima no señalizada sobre Cejudo bien pudieron arañar un punto en el feudo coruñés. La realidad es que Osasuna recibirá con el casillero a cero a un embalado Barcelona que todo apunta no se dejará sorprender como la pasada campaña. Las buenas sensaciones dejadas por los rojillos en la primera parte y el que esto acaba de empezar deben disipar alarmas anticipadas.