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«Para interpretar a Ravel es necesario comprender sus contradicciones»

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Jean Frédéric Neuburger

Pianista

Jean Frédéric Neuburger es, a sus 26 años, uno de los pianista más destacados del Estado francés. Ha tocado con orquestas de media Europa y con internacionales tan importantes como la Filarmónica de Nueva York. Es apreciado por sus personales interpretaciones de las grandes obras del repertorio, pero también por su interés en obras muy poco visitadas de autores como Czerny o Heller.

Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

La Orquesta de París actúa dos veces en la 73 Quincena Musical con un variado programa que incluye piezas de Debussy, Dvorák, Berlioz y Beethoven. El joven pianista Jean Frédéric Neuburger será protagonistas en ambos recitales, afrontando dos obras completamente diferentes entre sí. Esta tarde será el «Concierto para la mano izquierda» de Ravel, y mañana uno de los grandes conciertos para piano del repertorio, el de Schumann.

En estos dos conciertos en Donostia iba a tocar junto con Christoph von Dohnányi, historia viva de la dirección orquestal a sus 82 años. Tras su cancelación por enfermedad, ¿no siente que ha perdido una oportunidad única?

No había trabajado antes con Dohnányi y reconozco que sí, que me hubiese encantado poder hacerlo, pues, como dices, es un director importantísimo. Hubiera sido una oportunidad para mí, pero su sustituto, Yoel Levi, es también un gran director. Y ya he trabajado con él antes, en París, hace tres años.

¿No puede resultar desconcertante para un solista que el director con el que va a trabajar cambie de la noche a la mañana?

Puede serlo, sí, aunque normalmente los solistas vamos ya con una idea muy bien definida de cómo interpretar nuestra parte. Luego dependerá de cada director en qué medida tenemos que adaptar nuestra visión a la suya. Algunos directores dejan mucha libertad interpretativa al solista, mientras que otros quieren tener un control mayor y te dan muchas instrucciones sobre cómo tocar tu propia parte. Ahí a veces pueden surgir conflictos.

También depende en gran medida de la obra. Por ejemplo, de los dos conciertos que tocaré en Donostia, el de Ravel está repleto pasajes de piano solo y cadencias, por lo que la colaboración con la orquesta no es tan vital. Y al contrario, el de Schumann requiere un trabajo muy minucioso de conjunción con la orquesta y que el director esté mucho más encima del pianista.

El «Concierto para la mano izquierda» de Ravel es más desconocido que su «Concierto en Sol» y radicalmente diferente. ¿Cómo debe entender el público un concierto tan peculiar como este?

Creo que para su correcta comprensión es muy importante darse cuenta de lo oscuro que es. Es una imagen de la desesperanza en la que todo lo que aparentemente es alegre está teñido de tintes irónicos y sarcásticos. En ese sentido Ravel es muy parecido a Mahler, cuando emplea una melodía optimista y luminosa en cuyo fondo late un sentimiento profundo y oscuro. Es algo muy habitual en su música, incluso en el «Bolero». Pero es precisamente este doble sentido lo que me fascina de de Ravel, y entenderlo correctamente es uno de los puntos principales para una buena interpretación de su música.

Este concierto fue escrito para un pianista con una sola mano, pero usted tiene las dos. ¿No llega a resultarle un poco antinatural valerse solo de la izquierda?

Desde luego es un concierto que pone a prueba la mano izquierda, obligándole a realizar cosas poco habituales, con muchísimas notas y subiendo y bajando por toda la extensión del teclado. Pero está tan bien escrito que se puede tocar con toda naturalidad, de hecho no es un concierto que me resulte especialmente difícil.

El jueves interpretará otro concierto, el de Schumann, uno de los grandes del repertorio. ¿Hay algún vínculo que vaya a unir su interpretación con el de Ravel?

No tienen absolutamente nada que ver. Pertenecen a estilos y paises diferentes. El «Concierto para piano» de Schumann es una pieza muy especial, sobre todo si lo observas en perspectiva con su producción para piano solo.

En la «Kreisleriana», las «Klaivestücke» o los «Estudios sinfónicos» es fácil rastrear la locura de Schumann, pero el del «Concierto» es un Schumann perfectamente clásico en el que la fantasía desbordante de sus piezas pequeñas se sustituye por un perfección absoluta en la composición. Para mí es el concierto perfecto, cada una de sus notas está donde tiene que estar y el virtuosismo que exige del pianista, que es muy grande, se percibe en todo momento como necesario y no un adorno, como ocurre en otros conciertos.

El buceador de repertorios clásicos

Aunque Neuburger saltó a la fama como pianista, es también un hábil organista y compositor, aunque de momento el estreno de sus obras se ha limitado a las fronteras del Estado francés. Esta personalidad tan curiosa y creativa le ha marcado necesariamente en su faceta de solista, de forma que Neuburger se ha hecho bien conocido por su interés en los recovecos menos conocidos del repertorio para piano. Entre sus interpretaciones de los grandes conciertos de Liszt, Schumann, Brahms... con orquestas de todo el mundo, Neuburger suele detenerse a observar lo que hicieron autores hoy menos populares como Chabrier, Heller, Szymanowski, incluso Granados. Y está convencido de que este repertorio también le interesa a los programadores. «Muchas de estas piezas poco conocidas las he estudiado porque me lo han pedido expresamente los programadores -defiende el pianista-. Por supuesto, algunos van a lo seguro y sólo quieren lo que saben que va a llenar la sala, pero otros muchos están interesados en el repertorio desconocido y dispuestos a programarlo a pesar del riesgo que eso supone a veces.»

Uno de sus proyectos más extraños ha sido grabar completo «El arte de la digitación» de Carl Czerny, uno de los métodos clásicos con el que los niños comienzan a desarrollar su destreza sobre el piano y que les acompaña también de adultos, como ejercicios de calentamiento. Muchos consideran que su valor musical es nulo, pero Neuburger decidió grabarlo «porque pensé que puede ser útil para todos aquellos que lo estén practicando, y para demostrar que también estos ejercicios se pueden interpretar con musicalidad si uno quiere». M.C.

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