El adelanto electoral les ha venido de perlas a quienes tenían cuentas que saldar con el lehendakari López. Una que tiene por costumbre navegar entre los editoriales y los comentarios no pudo sino sentir una pizca de «compasión» ante la que le cayó encima. Mucha caña, muchísima, y desde muchos frentes. No le faltan motivos para merecerla, pero como dice mi amiga, «tampoco hay que cebarse».

Los medios afines a Urkullu, en especial «Deia», exclamaban en primera página con un «¡Por fin!», mientras en su editorial definían su gestión como «un tiempo perdido» que ha puesto de relieve «la incapacidad, la falta de liderazgo» y una larga lista de sinónimos. Xabier Lapitz, en su columna, también le daba estopa de la buena: «Este ejecutivo nació con trampa y se despide con truco: en agosto y por la puerta de atrás. Eso sí, tras cobrar la extra de verano». Lo de la trampa es verdad real pero hacer de la paga de verano un recurso para el pim-pam-pum, además de poco elegante, es más visceral que racional.

Los medios del facherío tiraban de la artillería gruesa. En «La Razón» insitían en la convocatoria de unas elecciones «con un censo manipulado» y Carmen Gurruchaga seguía la estela en su columna «Elecciones trufadas». No me digan ustedes que no es paradójico que para las (y los) fachas las anteriores elecciones fueran limpias e históricas -sin ninguna referencia al pucherazo- y estas en las que las encuestas no les pintan nada bien sean tramposas nada más convocarlas. Cara dura, hecha de cemento armado.

«El Mundo» también editorializaba con este tema y presentaba a López como «un lehendakari que se ha desfonda- do intentando nadar entre dos aguas». ¿Y cuáles son esas aguas? «El pacto con el PP» y «los compromisos de Zapatero en la negociación con ETA». Todo lo que sigue es puro delirio.

Dejo para el final a la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza que considera la coincidencia de la jornada de reflexión con el aniversario «del comunicado-trampa» de ETA en el que anunció el cese definitivo de las armas, como «un nuevo guiño a ETA y su entorno». La condición de víctima nunca da más razón y legitimidad a las ideas. Y en el caso de esta mujer, alguien tendría que explicárselo de una vez y para siempre.