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Philip Roth: sexo, vejez, identidad

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Texto: Juanma COSTOYA
Fotografías: AFP, Library of Congress y On Pictures 

Cuando en los primeros setenta del siglo pasado llegó a nuestras librerías «El lamento de Portnoy», una de las primeras obras de Philip Roth, la crítica literaria habló de su argumento centrándolo exclusivamente en las tribulaciones sexuales de su protagonista. De hecho, en algunas ediciones de la obra una nota en su portada advertía crípticamente que el libro estaba destinado a «adultos dotados de un criterio amplio». Eran los años en los que el público estatal se enfrentaba, casi de sopetón, y después de decenios de oscurantismo e hipocresía, a un erotismo casposo que hizo fortuna en la gran pantalla con comedias de escaso gusto y menos talento. Esta casi primeriza obra de Roth fue clasificada entre aquellos libros que recurrían al sexo como objeto de universal interés y con el fin de camuflar un argumento que, algunas voces, calificaron de banal. El escándalo asociado a la firma de Philip Roth trascendió las fronteras de su propio país, incluso las ideológicas. Si un rabino de Brooklyn se preguntaba ante sus fieles qué medidas se iban a adoptar para silenciar al autor de «Goodbye Columbus», grupos feministas americanos y europeos coincidían en tachar de misógino al autor. El paso del tiempo ha demostrado, esta vez sí, la falta de profundidad y la banalidad de esas apreciaciones.

Es cierto que el universo literario de Philip Roth tiene algunos planetas que le son propios, de los que, en un recorrido orbital se aleja primero y vuelve después una y otra vez. Quizás el sexo sea uno de los más llamativos pero, desde luego, no es el único; la historia, la conciencia civil, la vejez y su decrepitud asociada, una ética judía laica... son sólo algunos de los aspectos que sustentan los pilares de la amplia obra literaria de Philip Roth. El autor escribe siempre sobre relaciones humanas y, además, en sus tramas, la política ocupa una posición de privilegio.

Otra de sus constantes es la indignación que subyace en sus páginas ante cualquier manipulación y abuso por parte del poder. En su libro «Nuestra Pandilla», por ejemplo, publicado aquí en 2008 por Mondadori, el autor hizo un singular ejercicio de premonición. Años antes de que estallase el «caso Watergate», en el que el presidente republicano Richard Nixon se vio involucrado en un caso de espionaje al partido demócrata que le forzó a dimitir, Philip Roth denunciaba en este libro la baja catadura moral y política del presidente norteamericano. Nixon es presentado como un fullero, desequilibrado y autoritario, y en la novela, el personaje que lo encarna, es conocido con el alias de Tricky (tramposo).

La denuncia de Roth va más allá del caso Watergate. Tricky-Nixon se erige, por ejemplo, en defensor de los derechos de los no nacidos, mientras que, al mismo tiempo, no siente el menor rubor en firmar órdenes, que, amparándose en la lucha contra el comunismo en el sudeste asiático, permiten masacrar a miles de civiles entre la población de Laos, Vietnam y Camboya. El final de la obra es un perfecto retrato del carácter del que fuera el único presidente estadounidense obligado a dimitir; cuando Tricky-Nixon muere, y al llegar al infierno, el ex presidente le disputa el poder a Satanás...

Años más tarde la animadversión del escritor hacia Nixon se trasladó hacia George Bush al que calificó «como el peor presidente de la historia de Estados Unidos» y del que afirmó que incapaz de dirigir una ferretería.

«Nuestra pandilla» no fue la única novela en la que Roth ensayó un futurible sobre la historia norteamericana reciente. Especulando esta vez con el pasado y en «La conjura contra América» el autor jugó con una posibilidad inquietante: la de que los nazis se hubieran hecho con influencia política en Washington. La base sobre la que se monta la novela fue real y refleja la tolerancia que el héroe americano de la aviación Charles Lindbergh, el primer piloto en unir Nueva York y París sin escalas y en solitario, tenía con el régimen hitleriano.

«La invención de lo posible»

Jugando con esta certeza, Roth imagina un pasado alternativo en el que Lindbergh aprovecha su tirón entre los republicanos y el público estadounidense para presentarse a las elecciones presidenciales de 1940 y batir al candidato demócrata Franklin Delano Roosevelt. La historia con mayúsculas cambia dramáticamente de signo y pronto la presidencia de Lindbergh permite que el delirio racista nazi se vaya instalando en los Estados Unidos. A pesar de que su obra se basa en una posibilidad histórica y de que en ella aparecen personajes claves de la época como Henry Ford, Randolph Hearst, J. Edgar Hoover, Fiorello LaGuardia o von Ribbentrop entre otros, «La conjura contra América» adopta el punto de vista de un niño judío de siete años que se llama Philip Roth. En una característica propia de sus novelas, personajes y acontecimientos reales se mezclan con la ficción, los grandes acontecimientos históricos se alternan con las historias más íntimas y personales, otorgando una importancia decisiva a los detalles y configurando un todo, que, algunos críticos literarios han dado en llamar «la invención de lo posible».

La obra de Roth es fecunda en guiños hacia esa mezcla entre relaciones humanas y alta política. En «La mancha humana», obra que forma parte de su «Trilogía americana», aparecen frecuentes comparaciones entre el infierno vivido por el protagonista, el decano Coleman Silk, a causa de una corrección política pésimamente entendida, y el affaire Levinsky en el que se vio envuelto el presidente Clinton. El fondo de la comparación es claro. Vencida la amenaza comunista y con la corrección política campando a lo largo y ancho de Occidente las acusaciones que pueden destrozar la carrera de un líder son aquellas que, con o sin fundamento, le tildan de homófobo, misógino o racista. Es en este sentido que la obra literaria de Philip Roth puede interpretarse como un auténtico editorial de la vida pública norteamericana.

Vida novelada

El hecho de adentrarse, literariamente hablando, en los problemas de asimilación e identidad judía, enfrentados a los usos y costumbres de una sociedad tan dinámica y multirracial como la norteamericana, hace que la obra de Roth esté emparentada con otros escritores estadounidenses de origen judío seducidos por similar argumento, como Saul Bellow, Premio Nobel en 1976, o Bernard Malamud. Otras influencias en su escritura se atribuyen a la obra de Arthur Miller, Henry Roth o Isaac Bashevis Singer. A su vez se ha señalado a Ian McEwan y a Martin Amis como deudores con su escritura.

Quizás la influencia más directa sobre su obra parta de su propia infancia. Los padres de Roth fueron emigrantes llegados a las costas norteamericanas desde su Galitzia natal. Roth, el segundo hijo de la familia, creció en un barrio de Newark, New Jersey. En su juventud comenzó un doctorado en filosofía que nunca concluyó. Fue profesor de escritura creativa y literatura comparada en las universidades de Pensilvana, Iowa y Princeton. Abandonó la docencia en 1992. Durante su estancia en Chicago conoció a dos personas clave en su posterior trayectoria humana y literaria: el escritor Saul Bellow y Margaret Martinson, que se convertiría en su primera mujer. Se separaron en 1963 y ella moriría en accidente automovilístico pocos años más tarde. El fracaso matrimonial y el abrupto final de su antigua esposa tuvieron también gran influencia en su escritura. De hecho, los personajes femeninos de «Mi vida como hombre» y «El mal de Portnoy, están basados en la memoria de su ex esposa.

Zuckerman-Roth

Retazos de la vida de Philip Roth pueden seguirse a través de sus novelas en las peripecias de algunos de sus personajes más elaborados, Nathan Zuckerman, Alexander Portnoy y David Kapesh, entre otros. Buena parte de la imagen que muchos lectores se hacen de la personalidad del autor se basa en considerar a Zuckerman como su alter ego. Un hombre severo en apariencia, dotado de un aura de fatalismo que decide apartarse del mundo y consagrar su tiempo a la lectura y la escritura; un Michel de Montaigne del siglo XXI que ve su torre asediada por males y preocupaciones muy prosaicas como puedan ser la impotencia, el deseo y sus conflictos o el cáncer. Algunas de las imágenes proyectadas en sus novelas son de un impacto brutal por lo que tienen de trágico y realista a la vez; Zuckerman, el antiguo sátiro vitalista de los años sesenta en novelas anteriores, se transforma, en las más recientes, en un eunuco, un hombre operado de cáncer de próstata que ha de llevar pañales.

Descrito comúnmente como un hombre «alto, enjuto, en forma, dedicado en cuerpo y alma a la literatura, ocho horas al día, siete días a la semana» es notoria su dedicación ascética a la escritura, lo que, unido a una obra amplia y de calidad, parecen justificar que sea el único escritor norteamericano vivo que vea recogida su obra en la prestigiosa «Library of America», un proyecto que recoge la obra completa de los mejores escritores estadounidenses. J.C.

Trilogía americana

La llamada «Trilogía americana», publicada conjuntamente por Galaxia Gutenberg, está compuesta por las novelas «Pastoral americana» (1997), «Me casé con un comunista» (1998) y «La mancha humana» (2000). Las tres cuentan con el mismo narrador-protagonista, Nathan Zuckerman. Por sus páginas circula buena parte de lo esencial en el reconocido universo literario de Philip Roth: los conflictos raciales, sociales y políticos, aderezados con envolventes tramas personales que logran radiografiar una sociedad tan poliédrica y compleja como la norteamericana. El telón de fondo de este repaso por las décadas de los cincuenta, los sesenta y los noventa es la costa noreste de los Estados Unidos, desde la industrial, gris y semi arruinada Newark, en el caso de «Pastoral americana» y «Me casé con un comunista», hasta los ambientes más elitistas y académicos propios de una universidad de Nueva Inglaterra, reflejados en el argumento de «La mancha humana». J.C.

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