Udate | Bilboko aste nagusia
Gigantes y cabezudos de todo Euskal Herria animan el fin de fiesta de los más pequeños
M.P | BILBO
Demasiado jóvenes para poder despedir a Marijaia, los mas txikis tuvieron su particular epílogo en el pasacalles de gigantes y cabezudos venidos de todos los rincones de Euskal Herria que se realizó ayer por la mañana bajo un intenso calor.
Arrantzales, baserritarras, reyes y princesas de más de tres metros avanzaron, bajo la estupefacta mirada de los niños, acompañados de sus amatxus y aitatxus, por las callejuelas del Casco Viejo bilbaino hasta el Arenal.
En total, 40 gigantes venidos desde Deusto, desde Bermeo o desde lugares tan alejados de Bilbo como Kanbo, que hicieron las delicias de los cientos de chavales congregados. Superado el susto inicial, no se separaron de sus nuevos ídolos ni un segundo.
En familia
A las doce y media, y con puntualidad británica, estos mastodónticos personajes partieron desde la plaza Santiago hacia Bidebarrieta, pasando después por las calles Perro y Santamaría. Los gigantes fueron acompañados en su trayectoria por toda una comitiva de familias con sus niños, dando lugar a algunos sustos debido a la estrechez de las calles del Casco Viejo del Botxo.
Nada comparable, de todas maneras, a la locura vivida cuando los gigantes llegaron al Arenal a través de Bidebarrieta. Cientos de familias formaron un pasillo humano por el que transitaron los enormes personajes venidos de todos los puntos de nuestro país.
El ansia de algunas familias por encontrar uen lugar para su retoño hizo que en algunos casos se llegara incluso a los empujones y hasta algún insulto, en una estampa poco edificante.
Cuando la retaguardia de la larga cola de gigantes alcanzó el Arenal, el espectáculo entró en su segunda fase. Los protagonistas de la mañana se fueron separando en grupos de ocho, y una vez disgregados del grupo principal ejecutaron, a golpe de txistu y tamboril, algunos pasos de euskal dantzak.
Llamativo, por inesperado, resultó comprobar la juventud de los encargados de levantar los gigantes. Sin embargo, los adolescentes mostraron una fuerza y un descaro propios de alguien más veterano en esas lides.
Asombrosa también la edad de algunos txistularis y tamboriles, siendo especialmente destacable el caso de un chaval, de unos diez años, y que no levantaba apenas un metro y medio del suelo, y que, sin embargo, tocaba el tamboril como los ángeles.
Así, entre empujones, adolescentes y un sol de justicia, danzaron los gigantes, para después reposar todos junto a la iglesia de San Nicolás. Un descanso que necesitaran todos, jóvenes, mayores y familias, para recuperarse de esta dura edición de la Aste Nagusia bilbaina.