Maite SOROA | msoroa@gara.net
Empalagando, que es gerundio
La campaña electoral está lanzada y, como dicta la norma en estos casos, las encuestas, más interesadas en incidir tendencias que en retratarlas, se suceden una tras otra. A mí particularmente me empalagan más que la ensaladilla rusa, pero servidora está para lo que está y no ha tenido más remedio que «comerse» las que ayer publicaron los medios del facherío más ultra.
La utilización de sondeos para mentir y hacer propaganda es conocida, y una no va a perder tiempo en los preliminares.
«La Razón» publicaba una encuesta de NC Report que augura «la mayor victoria nacionalista desde 2001». Confirma que los constitucionalistas están «muy desmotivados y con la moral baja» y si no logran fidelizar su voto tradicional se van a dar un castañazo con la realidad vasca y el golpe será morrocotudo. Nada nuevo, por otra parte.
En lo que sigue a la encuesta, presuntamente el análisis y la opinión, tampoco hay novedad. Según «expertos consultados» por el diario, «ETA ordena una campaña para arrancar al PNV la hegemonía» a los que «la banda considera como sus grandes enemigos». Ya ven, mis queridas lectoras y lectores, ese es el nivel intelectual y analítico de las plumas del facherío, o sea, ninguno.
Y, además, Alfonso Merlos en su columna, frente a la que les viene encima, hacía un patético llamamiento a «los españoles íntegros y rectos» para la «rebelión contra el reinado de los malvados». A mí me da que muchos como este no aceptarán el veredicto popular y ya empiezan a mostrar su patita golpista.
«El Mundo» tiraba de Sigma Dos para su encuesta y sacaban una conclusión con la que editorializaban: «No de los vascos a la independencia». Según el sondeo, una de cada cuatro vascas y vascos optarían ahora por marcharse de España. Pero igualmente, siete de cada diez compatriotas apuestan por otro marco, que vaya más allá de la menguada autonomía regional.
Significativo, también, que la mayoría respalde los beneficios penitenciarios a los presos, la liberación de los enfermos, los de la «doctrina Parot», y el regreso de los refugiados vascos.
En su columna, Carlos Cuesta enmendaba al editorial al afirmar que «ya nadie descarta la ruptura nacional».
Tranquilos, muy tranquilos no están, no. Y eso ya es algo, como le dijo la perra al galgo.