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Análisis | Aste nagusia en Bilbo

Mal que les pese

El modelo festivo que parió el pueblo de Bilbo en 1978 ha salido reforzado de esta edición, en la que los fracasos hay que adjudicárselos a un equipo de gobierno municipal empecinado en trastocar los hábitos populares y preservar las prerrogativas de una elite decimonónica.

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Agustín GOIKOETXEA

No es difícil hacer una valoración de la recién finalizada Aste Nagusia: un éxito. Aplausos en especial para la pregonera, la triatleta Virginia Berasategi, y la txupinera, Nerea Orizaola, por ensalzar las figuras de dos personajes emblemáticos de las fiestas. Habéis dejado el listón muy alto y ayudado a consolidarla todavía más. Gracias.

El tiempo ha acompañado y así decenas de miles de bilbainos y foráneos han salido a la calle para disfrutar de las nueve jornadas festivas a pesar de la actual coyuntura económica, que no ayuda a muchos dispendios. El carácter popular de las fiestas que parió el pueblo de Bilbo en 1978 ha ayudado a ello. Las comparsas han vuelto a dar una lección al Ayuntamiento, por mucho que desde algunas tribunas siempre reacias a la esencia de la fiesta se trate de resaltar algunos aspectos a mejorar y se minusvaloren algunos éxitos del movimiento popular.

El nivel del Certamen Gastronómico era difícil de superar y año tras año se consolida y engrandece. ¡Qué decir de la animación por el recinto festivo y Casco Viejo! Y, sin duda, las actividades infantiles organizadas de lunes a jueves en las txosnas han sido otra iniciativa que ha encandilado a miles de personas, mal que le pese a algunos empeñados en asociar al recinto del Arenal con los robos, la venta ambulante descontrolada y los problemas con los wáteres públicos. ¿No roban carteras en el entorno de la plaza de toros, Ercilla, Jardines de Albia o frente al domicilio particular del primer edil?

Si de fracasos hay que hablar, el primero se lo tiene que apuntar el alcalde, a quien no se le ha escuchado ni una frase corta de asunción, empeñado en situar los conciertos de Botica Vieja en los muelles del Museo Marítimo. Karola gunea no ha funcionado e Iñaki Azkuna lo debe reconocer en público; él como máximo valedor. No se ha producido ningún incidente lamentable pero pudiera haber sucedido. Lo que sí ha generado, y eso sí cuesta dinero, es un problema de orden público, al tener que desplazar a decenas de efectivos de la Ertzaintza y Policía Municipal, amén de servicios de emergencias, para tratar de controlar una situación difícil.

No hay que obviar que ese fracaso, en parte asumido por el equipo de gobierno desde que se adoptó la decisión, busca ir recortando en lo que ha sido hasta ahora la oferta musical de Aste Nagusia. No es el primero, que ya lo hubo cuando alguien, ahora instalado como un alto cargo en el Departamento autonómico de Cultura se empeñó en traer a supuestas grandes figuras a Botica Vieja, mal bautizado como Zorrotzaurre. Su incompetencia quedó al desnudo en pocos años, al igual que su afán de protagonismo al filtrar una y otra vez el cartel a medios amigos.

Ahora, Azkuna enseña aún más la patita y dice que desaparecerán escenarios, apuntando a la posibilidad de programar conciertos de pago en el Bilbao Arena, en Miribilla, de los que alguna empresa afín sacará tajada. Hace meses lanzó ya ese globo sonda en su periódico de cabecera y ahora lo retoma, sujetándose en el fracaso de Karola gunea y la crisis económica. Lo cierto es que no se oye hablar de suprimir los cargos, con abultados sueldos, de los que disfrutan militantes jelkides retirados tras las bambalinas del Área de Fiestas, de empresas de servicios cuyos trabajos podrían cubrir la administración municipal o la sangrante subvención que otorga el Consistorio a las corridas de toros, a pesar de que no tiene un control real sobre la Junta Administrativa de la Plaza de la Misericordia.

Hablando de recortes, pienso en uno que hace décadas debía haberse producido: acabar de una vez con el control que elementos vinculados a la oligarquía española tienen de la Casa de Misericordia y, por ende, del gobierno de la plaza de toros. No se debe olvidar a los cientos de personas que de sábado a domingo se han sentado en los tendidos de Vista Alegre con entradas pagadas por el Ayuntamiento de Bilbo, Diputación de Bizkaia o BBK -por citar solo algunos ejemplos- y que luego tienen la desvergüenza de justificar recortes.

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