La revelación del forense beasaindarra Francisco Etxeberria, que en su informe determina que los huesos hallados dos días después de las desapariciones de los niños Ruth y José en Córdoba pertenecen a «seres humanos inmaduros», ha desatado la conmoción en el Estado español y un comprensible escándalo. Contactado por la madre de los menores, que en acto de intuición y coraje sospechó de los informes de la Policía Científica que atribuían los huesos a «pequeños animales», Etxeberria ha arrojado luz a un caso en el que a la perversión de una mente criminal, capaz de matar e incinerar con frialdad a sus hijos, se le une una investigación policial profesionalmente bochornosa y, un cierre de filas corporativo del máximo responsable, el ministro de Interior, que es inaceptable políticamente.

En cualquier otro estado de nuestro entorno, una negligencia de este tamaño y un ministro que lo califica de mero «borrón de escribano» no quedaría impune. Siquiera por un mínimo de vergüenza, y de sensibilidad hacia la familia, cabe exigirles que no defiendan lo indefendible. Que dejen a un lado ese intento tan impresentable de apoyar a la Policía contra toda evidencia.