Raúl Zibechi 2012/9/7. La Jornada
La paz del extractivismo en Colombia
(...) La nueva relación de fuerzas en Colombia, la región y el mundo hacen posible que se llegue al fin de una guerra de 60 años.
Lo primero es que la sociedad colombiana ha cambiado profundamente en este medio siglo. Se trata de una población mayoritariamente urbana, cuya principal demanda no es tierra, sino vivienda, que desea el fin del conflicto y participa en movimientos sociales que están impactando en las principales ciudades, donde ya no gobiernan ni los conservadores ni los liberales. Lo segundo es que las clases dominantes, cuya mejor expresión en estos momentos es el presidente Santos, acumulan ahora en torno al modelo extractivo (hidrocarburos, minería y monocultivos), ya no mediante el expolio al campesino. El mapa del extractivismo es el del conflicto armado. Dedicar una parte del gigantesco presupuesto de la guerra a obras de infraestructura es urgente para lubricar el flujo de commodities y seguir atrayendo inversiones.
El fin del conflicto visibiliza otra guerra: la de las multinacionales contra los pueblos. La Constitución de 1991 reconoce los territorios ancestrales de indígenas y afrodescendientes bajo el nombre de «resguardos». Se han creado más de 600 resguardos indígenas que ocupan un tercio del territorio colombiano y son las zonas de expansión del extractivismo. La tercera cuestión es el cambio en la relación de fuerzas. Las fuerzas armadas colombianas se han fortalecido y tienen una elevada capacidad de combate. Las FARC se han debilitado, no pueden ganar en el terreno militar y perdieron legitimidad. Los cambios económicos, culturales y sociales trasladaron el eje de la conflictividad social a las ciudades. En las áreas rurales las FARC se enemistaron con los indígenas, que son la principal fuerza que resiste el modelo extractivo. La cuarta son los nuevos vientos geopolíticos. Los países sudamericanos no quieren conflictos. (...).
Estados Unidos está reposicionando sus fuerzas armadas en el Pacífico para contener a China y no parece en condiciones de abrir nuevos escenarios bélicos en otras partes del mundo. (...)
Por último, debe entenderse que el principal enemigo de Santos no es ni Hugo Chávez ni las FARC, sino Álvaro Uribe. Así como los militares se empeñaron en boicotear los procesos de paz anteriores, Uribe necesita la guerra para mantenerse a flote. (...)
Para los movimientos, el fin de la guerra no es la paz, sino la continuación de la lucha en un escenario más favorable. (...)