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Jesus Valencia Educador social

Espectáculo brillante y clarificador

Tras la estela de los enfermos graves está movilizada una variopinta multitud de gentes sensibles. Quienes se sometieron al rigor del hambre. Las manos sostenedoras de pancartas. Las voces que se van uniendo

En esta ocasión coincido con el Sr. Urkullu. El burukide se ha pasado todo agosto reiterando con voz plana y rostro gris su destemplanza. Está en lo cierto cuando habla de escenificación. Se equivoca cuando la critica en tono peyorativo como un monólogo recurrente de la izquierda abertzale. La representación que tanto incomoda a Urkullu se ha convertido en un espectáculo brillante y clarificador; en él interviene un largo elenco de actores, incluido el partido al que pertenece el aludido.

El PP está siendo uno de los actores principales. De forma obscena, exhibe sobre las tablas sus desvergüenzas; invocador de una ley que no cumple y de una justicia que no practica; expresión política de una derechona fascista que se opone al aborto en nombre de la vida y que hace lo indecible para que los presos se pudran en la cárcel y mueran en ella. Otros personajes pasan de puntetas por la escena o no aparecen. Silencios gruesos de quienes tanto vociferaban contra otras violencias. Se fueron de vacaciones llevando en el equipaje aquel ardoroso celo con que solían defender los derechos y libertades de los agredidos por ETA. El PNV, aquejado de un protagonismo compulsivo, está representando un birrioso papel. Siempre en el proscenio, gesticula mucho y dice poco; reitera machaconamente sus insultos contra quienes se interponen al brazo vengativo del Estado.

Otros protagonistas involuntarios están siendo los presos enfermos y, en especial, Iosu Uribetxebarria. Débiles de cuerpo y fuertes de espíritu; identificados con su papel de presos políticos y reclamadores de dignidad aun a costa de su salud. Papel estelar que ha despertado admiraciones crecientes y solidaridades extensas. No se quedan a la zaga sus compañeras y compañeros. Colectivo de presas y presos políticos que se fueron incorporando a la huelga de hambre sin más consignas que las que les iba dictando su corazón habituado a generosidades extremas. Muchos rozaron la autolesión en defensa de una persona enferma y ninguneada. ¿Qué sabrá el sr. Urkullu de todo esto? Los políticos huecos, acartonados en poses interesadas y cómodas, bufan de rabia. No me extraña.

Tras la estela de los enfermos graves está movilizada una variopinta multitud de gentes sensibles. Quienes se sometieron voluntariamente al rigor del ham- bre buscada. Las manos sostenedoras de livianas pancartas que, al rigor de la canícula, resultaban pesadas. Las voces -muchas y plurales- que se van uniendo en la misma reivindicación. Aquel franciscano amigo que paseó la silla de Iosu con un texto adjunto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Quienes mantienen la agenda de convocatorias casi permanentes. Y contra ellos, como suele ocurrir, lo más sombrío de la gobernanza despótica: las diversas policías empeñadas en ahogar a golpes, detenciones y multas el pálpito constante de la solidaridad.

Asistimos, señor Urkullu, a la espectacular epopeya de unas gentes que defienden los derechos de los presos a los que su partido dispersó. Escenificación que va a continuar aunque usted facilite con sus mofas la estrategia criminal del Estado.

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