Josep Ramoneda 2012/9/12. El País
Cataluña cambia de escenario
La manifestación del 11 de septiembre en Barcelona significa un salto cualitativo en la historia del catalanismo político. El eje del nacionalismo catalán se desplaza hacia la independencia. Y así lo entendió el presidente Artur Mas (...).
¿Cómo la independencia ha alcanzado una posición hegemónica en el catalanismo? ¿Cómo un movimiento que, tan solo hace diez años, empezaba a emerger de la marginalidad ha conseguido un crecimiento tan espectacular? Para mí, hay un factor fundamental: la profunda transformación de la sociedad catalana. Las nuevas generaciones no tienen nada que ver con la generación de la Transición. Carecen de los miedos, las complicidades y los prejuicios que teníamos nosotros. Han sido formadas en la escuela catalana, con unos referentes culturales muy distintos y han asumido con naturalidad la condición de Cataluña como país. Los hijos de quienes llegaron a Cataluña en los años sesenta desde el resto de España, nacieron aquí y tienen unos parámetros sentimentales muy distintos. Por eso el independentismo ha crecido en transversalidad social y cultural.
(...) Treinta años después, el Estado de las autonomías no ha resuelto el problema de la inserción de Cataluña y del País Vasco, sino más bien al contrario: los ha acercado a la puerta de salida. Y la crisis económica, que ha convertido en verdad social indiscutida en Cataluña que estar en España tiene un coste altísimo para su bienestar, ha agravado el desencuentro.
A todo ello hay que añadir la espoleta: la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. Se impuso la sensación de que se había tocado techo.
(...) Artur Mas ha optado por asumir el reto de canalizar políticamente lo que él llama la transición nacional. Es una decisión de altísimo riesgo. Y muy especialmente en un contexto de crisis y en la delicada situación económica de Cataluña. Es una apuesta que carece de término medio. O pasa a la historia o se hunde en un gran fiasco. (...) es lamentable el desdén de Mariano Rajoy. Llamar algarabía a una manifestación de centenares de miles de personas es un desprecio que solo se explica por la impotencia política del presidente.
Y ahora, ¿qué? En democracia la respuesta solo puede ser una: política y urnas. Que cada cual presente sus proyectos alternativos, sin ambigüedades y con convicción, y que decidan los electores. (...)