Los votos amortizados
Antonio ALVAREZ-SOLIS
Periodista
Tras la oceánica manifestación de Barcelona y después de la inmensa concentración en Madrid de trabajadores de todas clases -como se escribía en la Constitución de la II República- clamando contra el Gobierno español hay algo que me parece evidente: el Sr. Rajoy ha perdido la legitimidad para gobernar. Los votos sobre los que dice apoyar su gobernación son votos amortizados, votos muertos. Hace muchos años una serie de españoles que combatimos tenazmente en el frente democrático golpeado por la dictadura del Genocida -¿para cuándo esa preventiva Asociación de Víctimas?- avanzamos la idea de una democracia dinámica, es decir, de un poder que tuviera que renovarse cuando la calle, sensiblemente visible, lo demandase. Hay que acabar con los sufragios estáticos, que justifican el crimen social; hay que dar fin a la penosa explotación de una aritmética asolada.
Después llegó la Transición y una conjunción de espíritus traidores a la libertad abortaron el futuro posible. Muchos españoles se postraron ante el espíritu perjuro de Felipe González y Alfonso Guerra, ante la sombra aleve de Santiago Carrillo, ante la antropofagia de la derecha facciosa que ya había devorado a la República. La democracia encalló en una monarquía fernandina. Se perdió el tren revolucionario y se abrió la puerta a la explotación aznariana. Ahora hay que reconquistar la tierra quemada. Se llega muy tarde, pero «me dijo un arriero/ que no hay que llegar primero/sino que el caso es llegar». CCOO tiene que regresar al inmenso Marcelino; UGT ha de penar muchas traiciones. Ayer musité una oración laica por todo eso y sentí el cielo más luminoso ¡Salud, camaradas!