(...). Las actuales crisis fiscales española y de la eurozona, una economía que se contracta con un paro de récord y la crisis constitucional que se avecina en torno al separatismo catalán, juntas equivalen a una situación de emergencia nacional por lo menos tan grave como aquella.

En 1981, el joven rey apareció en la televisión a medianoche y ordenó a los conspiradores que se retiraran. Su carta abierta de esta semana es poco probable que sea tan decisiva. La monarquía se ha visto empañada por el escándalo. Y el rey está intentando proveer una imagen de estadista que el actual gobierno de Mariano Rajoy parece incapaz de dar.

A pesar de ganar la mayoría absoluta en las elecciones generales del pasado noviembre, el Sr. Rajoy y su partido de centro-derecha prefieren gobernar por decreto, desdeñando cualquier posibilidad de construir consensos, o incluso de informar correctamente al público. El propio primer ministro habla muy pocas veces en público, en el Parlamento, a la prensa. (...) A menudo parece un oportunista sin sentido de la oportunidad. (...)

Sin embargo, es labor del gobierno buscar compromisos con los catalanes y los vascos. Rajoy se reúne hoy Artur Mas, el jefe del gobierno autónomo de Catalunya. A menos que pueda hacer un gesto creíble hacia las demandas catalanas, el separatismo se convertirá en imparable, diga lo que diga el rey.

Pero la referencia del rey a la transición del franquismo es adecuada. Para hacer frente a la emergencia actual España necesita un acuerdo multipartito nacional similar al de los Pactos de la Moncloa de 1977 que delineó el camino de España hacia la democracia. Ese también es el trabajo de los políticos, no del monarca.