CRíTICA: «Sin frenos»
Los nuevos bicivoladores
Mikel INSAUSTI
A simple vista «Sin frenos» es una película fresca, incluso si me apuran, hasta original. Nadie diría que su estreno se ha visto retrasado más de la cuenta por una acusación de plagio, la interpuesta por el escritor Joe Quirk, quien afirma que el guión de David Koepp y John Kamps se parece demasiado al de su novela «Ultimate Rush», cuyo título coincide en parte con el de la película, que es «Premium Rush» en su versión original en inglés. Aunque, puestos a demandar, bien podría hacerlo también Thomas Michael Donnelly, autor de la comedia ochentera protagonizada por Kevin Bacon «Quicksilver», y donde ya se mostraba el mundo de los mensajeros en bicicleta de Nueva York. Y en cuanto a los malabarismos sobre dos ruedas, los productores australianos de «Los bicivoladores» harían bien en reclamar, porque su película solo es recordada por el debut de una adolescente llamada Nicole Kidman.
La idea de «Sin frenos», tal como la ha presentado el cotizado guionista y también realizador ocasional David Koepp, resulta novedosa debido a su inserción dentro de un thriller de acción, género en el que las persecuciones siempre son con vehículos motorizados. Sorprende mucho ver este tipo de escenas aceleradas con el protagonismo absoluto de las bicicletas, y más aún cuando el héroe de la función monta sobre un ligero modelo de pista, con piñón fijo y sin frenos, añadiendo velocidad a la conducción pero también riesgo.
La filmación en medio del tráfico neoyorquino está llena de espectacularidad, con el mensajero sorteando cada uno de los obstáculos (coches, peatones, semáforos, cruces, policías) que se va encontrando sin dejar nunca de pedalear. Se agradece que se hayan utilizado especialistas de trial para escenificar los saltos y las caídas, dejando de lado los efectos digitales, que se reservan para la recreación del sistema GPS de orientación, así como para la vista aérea del callejero o mapa urbano. Igualmente, se visualizan en pantalla las posibles elecciones del ciclista, cada vez que dibuja mentalmente la trayectoria más conveniente a seguir sin estrellarse contra el asfalto.