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La romareda | Derrota rojilla

Empujón hacia el fondo de la tabla en una tarde para olvidar

Osasuna se condena a mantener el farolillo rojo tras caer ante un rival que no necesitó demasiado para sumar la victoria.

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ZARAGOZA 3

OSASUNA 1

 

Amaia U. LASAGABASTER

Quinta jornada consumida y Osasuna sigue sin poder celebrar la victoria. Y puede que ese no sea -pese a que a final de temporada los méritos se midan exclusivamente en puntos- el peor de sus males ahora mismo. Porque, si los rojillos ya habían tocado fondo clasificatorio -y ahí seguirán una semana más-, ayer fue su fútbol el que también se movió, no ya a ras de suelo, sino en niveles subterráneos, como solo había sucedido, y no de forma tan deprimente, en la salida a Vigo.

Por ahí fue, tristemente, la lectura que dejó el pobrísimo partido del cuadro navarro en La Romareda. Lo poquito que necesitó hacer para ganar un Zaragoza que tampoco estaba destacando por su espectacular inicio de temporada, y que ayer marcó más goles que en las cuatro primeras jornadas de Liga. Y, desde luego, sufrió menos que en cualquiera de ellas. Porque a Osasuna no le salió nada.

No deberían colgarse medallas los hombres de Manolo Jiménez, porque el primer triunfo de la temporada ante su gente lo celebraron frente a un rival que se mostró vulnerable en defensa, inconsistente en el centro del campo e inofensivo en ataque. Y que dejó peor cuerpo a su afición porque, en los pocos momentos en que se sacudió la pájara, vio que tampoco al Zaragoza había que apretarle demasiado las tuercas para sacarle los colores. Pero apenas lo hizo, y se llevó su castigo.

Aunque, pese a todo, sería tan irresponsable no preocuparse por la trayectoria de los navarros, como excesivo resultaría caer en la depresión por lo sucedido exclusivamente ayer. A fin de cuentas, tampoco hay que olvidar que José Luis Mendilibar tuvo que viajar a la capital maña sin Marc Bertrán, Damiá y Joseba Llorente -titulares en los cuatro encuentros anteriores-, además de Patxi Puñal, al que, afortunadamente, solo le queda una semana más de congelador. Todas ellas bajas de consideración, en cantidad y calidad.

El eje central y el lateral zurdo fueron, precisamente, los hilvanes que antes y con peores consecuencias se le descosieron al equipo. A Nano se le atragantaron las responsabilidades defensivas y Timor y, sobre todo, Loé, confirmaron que todavía necesitan recorrer muchos kilómetros en la categoría.

Para empezar, mazazo

Por la izquierda llegó, de hecho, el primer mazazo de la tarde. Cuatro minutos le bastaron al Zaragoza, que había saltado mucho más intenso, para botar su primer córner -curiosamente no lanzó más en todo el partido- y adelantarse en el marcador. Entre Víctor Rodríguez y Hélder Postiga se la liaron a Nano y Lolo para que el internacional portugués batiera a Andrés con un disparo cruzado.

Tardaron un rato en reaccionar los rojillos. Pero un par de llegadas, que lo fueron a duras penas -un centro de Cejudo que atrapó Roberto sin problemas y un flojo remate de Timor desde la frontal que también acabó en las manos del cancerbero-, bastaron para confirmarles que la remontada distaba mucho de ser una misión imposible ante un rival que tampoco es un dechado de virtudes. Y al que, con la clasificación apretando igualmente, también le afloraba el tembleque con facilidad.

No hay mejor ejemplo que el del gol de Armenteros. Robó la zaga osasunista y condujo el argentino por todo el campo, sin que un solo rival metiera pierna o cuerpo, para plantarse en la frontal y anotar con un disparo ajustado al palo. Había partido, como confirmaron después una buena acción de Oier, Sola y Timor que se fue alta o, sobre todo, un balón para Sisi, que el albaceteño centró desde la línea de fondo para que Cejudo, incomprensiblemente, rematara desviado. Hubo ocasión de lamentarlo. Sin esperar demasiado. Expiraba el primer tiempo cuando Víctor centraba un balón que, tras tocar en la cabeza de Timor, se convertía en el 2-1.

Osasuna regresó de los vestuarios reanimado. Buen aval para el optimismo, vista la experiencia del primer tiempo. Pero las burbujas le duraron poco más que a una gaseosa de marca blanca. Probó Lolo y lo tuvo, de nuevo, Cejudo. Pero también amagaron Samunaru o Montañés. Los que golpearon fueron Movilla y Apoño; el primero, forzando un penalti tonto de Loé, y su compañero convirtiéndolo en la sentencia.

Quedaban veinte minutos. Entró Nino, se fue Nano, se redujo la defensa a la mínima expresión y el equipo se exprimió en la recta final, consiguiendo que, al menos, la sensación de peligro se limitara al área local. Pero ese esfuerzo final pesó menos que los errores previos en una sentencia inapelable.

 

«Ahora mismo no estamos para competir en Primera», asegura José Luis Mendilibar

Por exceso o por defecto, pero no siempre resulta sencillo encontrar el titular de una comparecencia pública. En la que ofreció ayer José Luis Mendilibar tras el varapalo de La Romareda no hubo dudas. Porque, tras haber sumado un solo punto en las cinco primeras jornadas y, sobre todo, tras la pésima imagen ofrecida frente al Zaragoza, el técnico vizcaino tampoco las tuvo: «Ahora mismo no estamos para competir en Primera», aseguró.

Y es que, con todos los respetos, también para Mendilibar resultaba difícilmente comprensible cómo su equipo pudo caer, y con un resultado contundente, frente a un rival como el maño. «Si llegamos a ser un poco competitivos ganamos este partido. Damos muchas facilidades, demasiadas», lamentó. «Si el Zaragoza, un equipo al que le está costando jugar, nos hace tres goles, es que tenemos mucho que mejorar», asumió el zaldibartarra, que lamenta especialmente el flojo espíritu colectivo de sus jugadores. «No actuamos como equipo. Hacemos esfuerzos tremendos pero sin cooperación. Necesitamos pelear, luchar, pero acabamos un poco en desbandada cuando las cosas se ponen mal». De ahí que, aún subrayando la honestidad y el trabajo de los futbolistas rojillos, se reconozca «decepcionado y preocupado» porque percibió «muy poca personalidad» y porque, en un deporte de equipo como es el fútbol, «hay que animar al compañero en unos casos y decirse de todo en otros. Esto es un deporte de once y nosotros somos un equipo con poca personalidad»», subrayó Mendilibar, que también lamenta que Osasuna no juegue «fuera igual que en casa. Nos metemos demasiado atrás». Problemas que requieren solución urgente porque, como admite el entrenador vizcaino, «no podemos seguir así».

El alivio que necesitan los iruindarras lo disfrutó el Zaragoza. «Sabíamos que el que perdiera saldría tocado. Pero que si éramos nosotros más, porque llevábamos dos derrotas seguidas en casa», explicó Manolo Jiménez, para el que el partido fue «difícil porque el rival, aunque no está fino, es correoso y duro. Además, el césped perjudica a todos, pero más a los que intentan jugar, y también hacía un calor asfixiante».

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