Embrujo y duende del cine silente
«Blancanieves»
Mikel INSAUSTI
Recuerdo lejanas ediciones en el Donostia Zinemaldia, encontrándome con Álex de la Iglesia y preguntándole siempre lo mismo: ¿Qué ha sido de tu colega Pablo Berger? Por suerte, si le vuelvo a ver ya no tendré que marearle con mi curiosidad insatisfecha por aquel chico que dirigió a Torrebruno y Ramón Barea en el corto «Mamá». «Blancanieves» ha despejado definitivamente la incertidumbre que provocó «Torremolinos 73», tan querida como injustamente empequeñecida. Detrás había un cineasta muy grande, del tamaño de la plaza de toros Colosal de Sevilla.
Prometo utilizar un único símil taurino en esta crónica para no acabar pareciendo Manolo Molés, y que se refiere a aquel aserto tan cierto de que hay que torear en todas las plazas. La vida del cineasta también peligra y está expuesta a los cuernos de la ignorancia de quienes tienen en la boca preparada la queja de que «Blancanieves» es otra película muda y en blanco y negro. Que yo sepa es la segunda de toda la era moderna, y a nadie he oído protestar porque todos los días se proyectan películas sonoras y en color.
¿Se puede ser un pionero del cine en el 2012? ¿Existe la retrovanguardia? Va a ser que sí. Pensemos por un momento en todo el celuloide perdido del expresionismo alemán, en Eisenstein sin poder concluir «¡Qué viva México!», en Buñuel perseguido por sus imágenes profanadoras de «Las Hurdes, tierra sin pan». Todo ese material imposible de restaurar merece ser reinventado por un genio capaz de tan titánica labor, aunque si se ha nacido en Bilbo semejante prodigio entra dentro de lo humanamente abarcable.
Amo a muerte el cine que me hace volver a nacer como espectador, y «Blancanieves» me ha abierto los ojos de nuevo, para aprender a leer en los labios de las maravillosamente gesticulantes actrices de folletín. Con cada golpe de orquesta el corazón se me salía, me subía la sangre hasta la cabeza. Estoy poseído por el embrujo y el duende del cine silente, creado en una surreal barraca de feria llena de enanos flamencos abortados por Tod Browning.
Dirección y guión: Pablo Berger.
Producción: Ibon Cormenzana.
Intérpretes: Macarena García, Inma Cuesta, Sofía Oria, Marible Verdú, Ángela Molina, Daniel Giménez Cacho, Ramón Barea, Pere Ponce, Josep María Pou, Emilio Gaviria, Sergio Dorado, Ignacio Mateos, Carmen Segarra, Pere Vall, Carmen Belloch, Itziar Castro.
Fotografía: Kiko de la Rica.
Música: Alfonso de Vilallonga.
Montaje: Fernando Franco.
Dirección artística: Alain Bainée.
País: Estado español, 2012.
Duración: 98 minutos.