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Para todos los gustos
Después del maratón de la primera jornada, el cuerpo pide unas más que merecidas vacaciones de perversiones. Vamos a exiliarnos pues a otras secciones del Zinemaldia, con la esperanza de recordar que en este mundo también hay sitio para sensaciones más agradecidas con nuestro ritmo cardíaco.
Víctor Esquirol | Crítico de cine
Si algo constatamos con Kioyshi Kurosawa y su maratoniana «Penance» es que los placeres culpables existen. Y nos gustan. Pero también saturan, porque por mucho que nos seduzca el coquetear con el lado oscuro, necesitamos también un poco de luz en nuestras vidas; algo de bondad, las buenas vibraciones necesarias para no cortarnos las venas a las primeras de cambio. Para ello, nada mejor que la cándida mirada de un chiquillo. Ejemplos. Cuando el pequeño compañero de viaje de Takeshi Kitano en la formidable «El verano de Kikujiro» afirmaba que «el señor se había caído por las escaleras», en realidad el susodicho tipejo había recibido una paliza que pedía a gritos. Cuando el hijo de Roberto Benigni en «La vida es bella» hablaba de un «súperconcurso», lo que estaba sucediendo en realidad era el horror del holocausto..., y cuando «Léolo», la prodigiosa creación de Jean-Claude Lauzon, juraba que había sido concebido por la fecundación de su madre por parte de un tomate... vaya usted a saber lo que realmente sucedió.
Lo importante aquí es que la inocente interpretación que tienen los mocosos del mundo que les rodea nos va también como anillo al dedo para iniciarnos en la Sección 4+1, retrospectiva dedicada esta edición a Brasil y a sus propuestas por el documental y la ficción más atípicas. Dio el pistoletazo de salida a dicho repaso el segundo largometraje de Cao Hambruger (demasiado fácil hacer bromas al respecto, sé de lo que hablo): «El año que mis padres se fueron de vacaciones». Como ya venimos con la lección aprendida, sabemos que si es un crío el que nos dice tal cosa, tenemos toda la razón para sospechar de que detrás del supuesto retiro vacacional se esconde algo mucho más oscuro.
En nuestro caso, el exilio forzado de los progenitores del protagonista de la historia. Abandono del país y de su hijo (que queda a cargo del abuelo) motivado por la terrible opresión de la dictadura que poco antes de que empezara el Mundial de fútbol de 1970, ya se hacía notar en su país. El director dota a su filme de un arranque modélico cargado de humor negro. En él ya puede apreciarse su apabullante dominio técnico, clave para hacer siempre amena una película que, por mucho engaño «infantil» que haya por en medio, nunca oculta el horror de los tiempos de los cuales es testigo. Se logra así un muy saludable equilibrio entre drama y comedia, teóricamente presente en la maravillosamente distorsionada percepción de cada niño.
Para seguir en nuestra particular nube de bienestar, nada mejor que una breve parada en la siempre apetecible sección Culinary Zinema, en la que nos espera «Comme un chef». En ella, Jean Reno y Michaël Youn (con la aparición estelar de Santiago Segura) cocinan, se pelean, en ocasiones rozan la vergüenza ajena, pero finalmente arrancan sonrisas en una comedia culinaria tan carente de pretensiones como sincera, y a la postre, efectiva a la hora de cumplir sus objetivos. Divertimento sencillo y muy fácil de digerir. Perfecto para hacer bajar del todo a Kioyshi Kurosawa. Sayonara.