Iosu Balmaseda, Isabel Castro, Xabier Barber | Miembros de la Comisión General de ESK
¿Por qué otra huelga general?
Porque estamos en tiempos de revuelta social y una huelga general contribuye a ello. Las medidas de los gobiernos no tienen por objetivo acabar con la crisis económica; de hecho no lo están haciendo: no hay más que ver las situaciones de Grecia y Portugal y vamos siguiendo sus pasos con un año de retraso.
La crisis económica en los países capitalistas enriquecidos es real. Ya en los años 1970 el capital global empezó a sufrir una severa reducción de la tasa de beneficios y a tener dificultades de venta de sus productos: una crisis de sobreproducción. Eso empezó a llevar dinero al sistema financiero; dinero al que se sumó otra ingente cantidad proveniente de los países productores de petróleo.
Han intentado múltiples parches para salir de la crisis: las reconversiones de los 1980, la ampliación de mercados tras la caída del muro de Berlín, la ingeniería financiera, proveer dinero fácil vía créditos... Las burbujas van estallando; la economía productiva, tras breves paréntesis, no resurge. El capital lo tiene complicado; pero es que ahora, en la mayoría de los países europeos, salir de la crisis ni siquiera es su objetivo inmediato.
Está aprovechando la mantenida y agravada situación de shock de las poblaciones para implementar su sistema neoliberal. Con dos objetivos clave: destrozar nuestra capacidad de respuesta (derechos laborales y sociales) y obtener beneficios de nuevos nichos de dinero (privatizaciones de la sanidad, la educación, diversos servicios sociales...). Con ello consigue un trasvase de dinero desde la mayoría de la población hacia una minoría empoderada (capitalistas, gestores de los grandes bancos y multinacionales...). Y prepara el terreno para ir metiendo medidas cada vez más duras, ante las que pretende reducir nuestra capacidad de resistencia.
Además, en esta crisis se entrecruza el problema medioambiental. Su sistema productivo, a la búsqueda del beneficio inmediato y cuanto mayor mejor, sumado al modo de consumo que han conseguido introducir, está agotando la propia naturaleza: cambio climático (de previsibles consecuencias desastrosas), agotamiento de los mares, envenenamiento de aguas y tierras...
A lo largo y ancho del mundo esto ha llevado a la pauperización de amplísimas capas de población, fundamentalmente en los países empobrecidos, pero también en el resto.
Hay que terminar con esto, ofreciendo un sistema alternativo al capitalismo. Sólo repartiendo la riqueza y los trabajos podremos salir de ésta. Y, aunque es precisa la participación de mucha gente, tenemos algunas alternativas, también a corto plazo: frenar los recortes; cambiar la política fiscal para que quienes más tienen paguen más; eliminar gasto público en grandes infraestructuras; crear empleo público mejorando (hay mucho margen) la atención a las personas; recuperar reivindicaciones sindicales clásicas, pero para nada obsoletas (la semana laboral de 35 o 30 horas, el adelanto de la edad de jubilación, la recuperación de los contratos de relevo...) y así repartir el empleo. De paso, se facilitaría el reparto del resto de los trabajos, infravalorados en el capitalismo, pero imprescindibles para sobrevivir (el de cuidados y el doméstico), para que no sigan recayendo casi exclusivamente sobre la espalda de las mujeres.
Pero no nos lo van a regalar. Por ello las anteriores y esta huelga general. Que se quedará corta si no somos capaces de elaborar, entre todas y todos, un programa para la mayoría social. Y si, al mismo tiempo, no ponemos en marcha una estrategia movilizadora, intensa y de largo alcance, capaz de aunar a esa mayoría y ponerla en marcha. La experiencia del Gune socio-sindical que convoca esta huelga es un buen paso, así como las diversas coordinaciones existentes (Herri Ekimena en Nafarroa, por ejemplo); pero hay que ampliarlas en gentes y organizaciones y hay que dotarles de mayor contenido.
En el cartel de ESK que anima a esta huelga, además de llamar a la revuelta social, afirmamos que «si no luchamos, volverá la esclavitud». Es un lema. ¿Exagerado? Tal vez, pero la amplitud y profundidad del ataque del capital sí que exigen una mayor organización, con la participación de muchas más personas en las organizaciones sindicales, sociales y políticas. Y una coordinación de estas para plantar cara de verdad. Difícil, pero no imposible, y al mismo tiempo imprescindible; al menos si queremos un mundo mejor, una Euskal Herria más justa, igualitaria y solidaria. Hagamos bien esta huelga general; tomemos las calles el 26 de septiembre; y sumemos fuerzas para seguir el día después.