Las autoridades libias anunciaron ayer su decisión de disolver todas las milicias y grupos armados que no dependan de la autoridad estatal, una resolución adoptada al día siguiente de la rebelión de habitantes de Bengasi contra la presencia de milicianos islamistas armados que se saldó con once muertos.

El presidente de la Asamblea Nacional libia, Mohamed al-Megaryef, anunció el sábado por la noche la intención de «disolver de todas las brigadas y formaciones armadas que no estén bajo la legitimidad del Estado y crear un centro de operaciones en Bengasi para reagrupar a las fuerzas armadas, las fuerzas del Ministerio de Interior y las brigadas que dependan del Ministerio de Defensa». Agregó que la nueva directiva también prohíbe «el uso de la violencia y el porte de armas en espacios públicos» e instalar puestos de control.

En paralelo, en Ejército lanzó un ultimátum de 48 horas a las milicias y grupos armados «ilegítimos» para que abandonen los cuarteles, edificios públicos y propiedades de los miembros del antiguo régimen en la capital y sus alrededores, y advirtió de que empleará la fuerza si no se respeta el ultimátum.

Pero incluso antes de que expirara el plazo, hoy por la noche, las tropas asaltaron ayer por la mañana el cuartel general de una milicia que ocupaba una instalación del Ejército en la carretera del aeropuerto de Trípoli.

Las autoridades libias también encargaron al jefe del Estado Mayor, Yusef al-Manguch, imponer su autoridad sobre las brigadas que se han unido al ejército, colocando a oficiales del Ejército regular al mando de esas formaciones de exrebeldes que combatieron contra Gadafi.

Tras la caída de Gadafi, centenares de exrebeldes ocuparon instalaciones estratégicas del Estado, así como propiedades de los partidarios y dirigentes del antiguo régimen. Algunos se integraron en Interior y de Defensa, pero el nuevo régimen no ha logrado desarmar a los grupos que quedaron independientes.