Empate a todo en San Mamés
Ni bien, ni mal, sino todo lo contrario
Empate justo en San Mamés, a casi todo, aunque si hubiese un ganador a los puntos, como en el boxeo, ese hubiera sido el Athletic. Un partido muy equilibrado, no ya sin goles sino sin ocasiones.
ATHLETIC 0
MÁLAGA 0
Joseba VIVANCO
Imagínense ese típico sketch de alcoba en el que la mujer, insatisfecha, le espeta al sofocado hombre eso de «¿ya?». Pues más o menos así se quedó la grada de San Mamés anoche. El Athletic, como el varón del sainete, lo dio todo, hasta el último aliento, no se puede decir que no se entregara ni que lo intentara, pero la sensación del público tras el pitido final fue la de «¿ya?».
No le faltó razón al técnico Marcelo Bielsa cuando tras el encuentro valoró que los suyos habían «manejado el trámite y la iniciativa» del partido, pero de la misma manera que asumió que les faltó traducirlo no ya en gol, sino en «acciones positivas más punzantes». Al final, un empate que deja una sensación de insatisfacción, que deja detalles positivos como el buen hacer de la defensa con Ekiza otra vez en su eje, y otros no tanto como fue la alarmante ausencia de salida del balón desde atrás -recayó en unos Gurpegi y Ekiza que se vieron incapaces y hasta miedosos-, amén de una imprecisión en los pases que raya lo exasperante -si hasta Ibai yerra en las asistencias, mal-.
Empate justo, empate hasta en ocasiones, empate a la postre que fue fiel al juego parejo y al equilibrio con el que se desarrolló un choque que se temía mucho en La Catedral, ante un muy serio Málaga que, a decir verdad, se mostró en exceso conformista, donde decepcionaron y bastante algunos de sus jugadores y al que no sabemos si afectó el correoso viento del sur.
El Athletic fue quizá un mejor Athletic que en partidos anteriores, al menos más hecho, ante un rival de entidad y no un once finlandés o israelí. Dejó la portería a cero, una meta defendida con acierto por Raúl ante un inoportuno golpe en una de sus rodillas de Iraizoz en el entrenamiento del sábado. Un estreno en el que salvó un gol, tuvo tiempo de dibujar una palomita en el aire y apenas un par de enredos, en un nuevo `redebut' en exceso tranquilo.
Serios atrás los rojiblancos, sin conceder jugadas de verbena, llegando bien y fácil en muchas ocasiones hasta la línea de tres cuartos, pero muriendo allí no víctimas de sus continuas incursiones en fuera de juego, sino en la falta de velocidad a la hora de repartir el último balón, el último pase. Les faltó a los leones al llegar arriba ese cambio de ritmo tan característico que regala el joven malacitano Isco. Y así fue imposible salvar a esa pareja de rocas que son Demichelis y Wellington, sino al enorme Willy Caballero, como dio fe Susaeta en el minuto 80 en un decisivo mano a mano que ganó el guardameta.
Ni goles ni ocasiones
Arrancó el Athletic con el viento sur a favor y a favor de los suyos se iba a poner pronto la grada, al segundo siguiente de que el colegiado Mateu Lahoz mostrara la cartulina amarilla a Gurpegi por una entrada con resbalón previo. Era el primer minuto y San Mamés empezaba a mostrar sus garras a un trío arbitral que le exasperó. Una presión que a la media hora el público tuvo que retomar con palmas dada la modorrra en que estaba cayendo el juego, merced al equilibrio en el mismo y a la ausencia notable de jugadas de peligro. Jugaba al Athletic, esperaba al Málaga, así trascurrieron los instante iniciales del choque, con un equipo de Bielsa mucho mejor plantado y afinado que en partidos precedentes.
Mucho respeto entre los dos equipos, una posesión del balón de la que el Athletic quiso hacerse dueño de inicio, un Málaga que esperaba en la medular; un Athletic al que le faltaba atinar en los pases y controles y cuyas jugadas morían frente al área malacitana, un Málaga cuyo peligro relativo residía en sus rápidas transiciones. Prueba de ello, la que culminó con un chut cruzado de Jesús Gámez que el debutante Raúl despejó.
A la media hora de juego, el partido parecía balancearse sobre la cuerda de un equilibrista. Ninguno de los dos equipos terminaba de crear serio peligro al rival, pero en cualquier jugada aislada o tonta, el gol podía caer de cualquier lado. Un muy buen Natxo Monreal -ayer se ganó el lateral rojiblanco- se convertía, a falta de los Saviola, Joaquín o Isco, en el principal artillero de los suyos. Una ocasión malograda entre Aduriz y Susaeta al filo del descanso fue el resto de la artillería local.
Salieron Llorente e Ibai a la vuelta de vestuarios, pero poco aportó esta vez el `9', recibido con aplausos. Despertó o trató de estirarse el Málaga, respondió de inmediato el Athletic imprimiendo más velocidad al juego, Muniain lo daba todo y le salía nada, la grada animaba, Raúl se ganaba los aplausos en una estirada fácil y luego el balón se paseaba por su área pequeña sin remate... La grada pedía a gritos un cambio en los bilbainos y señalaba a Ruiz de Galarreta, pero Bielsa dio entrada a Toquero porque buscaba gente que se ofreciera arriba y no que surtiera de balones. La tuvo casi al final `Susa' en un mano a mano, pero Willy Caballero le amedrentó. Y no dio para más el choque. Reparto de botín justo por lo visto y un punto que sabe a poco, muy poco. Y el punto de inflexión deberá esperar, otra vez, a Anoeta.
Marcelo Bielsa señaló que «de haber habido un ganador» en este encuentro «debió haber sido» su equipo ya que, en su opinión, creó «alguna ocasión más y más claras» que su rival. «Fue un partido de pocas ocasiones, pero manejamos bien el trámite y mantuvimos la iniciativa. La posesión, la iniciativa y las ocasiones hacen pensar que de haber habido un ganador debíamos haber sido nosotros. Pero no pudimos ganar y lo que cuenta desde nuestra óptica es que tuvimos posesión como para ganar», explicó. «Lo positivo» del Athletic es que «defendió bien» y se qujó de que al Athletic le faltó «fluidez para acelerar la situación» en los metros finales».
La afición de San Mamés entonó, más de tres décadas después de su retirada aquella mítica tonadilla de «Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo», y lo hizo para homenajear al protagonista del día anoche en La Catedral. José Ángel Iribar recibió un sencillo, pero emotivo tributo en los minutos previos al partido con motivo del 50 aniversario de su debut como futbolista del equipo rojiblanco. Hasta por tres veces se arrancó la grada con la canción que se hiciese famosa en los años sesenta del siglo pasado para acompañar su paradas.
En los prolegómenos del choque, una veintena de exguardametas rojiblancos desfilaban sobre el césped, desde la salida de vestuarios hasta el círculo central del campo. Recibidos con aplausos, la mayor ovación se la ganó el propio homenajeado, que saltó al verde, saludó con sus enormes brazos que tantos goles evitaron en este mismo estadio, y se fue saludando uno a uno a sus antecesores y sucesores. Luego, hizo una llamativa reverencia para agradecer el cariño de la grada. El bertsolari Andoni Egaña le dedicó unos bertsos y «un abrazo en nombre de todos los aficionados». Después, un renqueante Gorka Iraizoz y Raúl Fernández, y un niño vestido de portero que portaba el dorsal `1'. Raúl y el chaval de negro impoluto, le entregaban un ramo de flores y unos guantes. Una breve alocución del propio Iribar casi imperceptible, en la que se dirigió a los aficionados en euskera para agradecer su entrega, dio por finalizado el acto de homenaje, con Iribar saludando mientras se retiraba y la grada, esta vez sí, al unísono volviendo a entonar aquello de «Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo». Desde ayer, en el Museo del Athletic, en San Mamés, se expone una muestra recordatoria de fotos y noticias sobre la vida de Iribar.