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Crónica | clausura de la 60 edición de zinemaldia

La 60 edición de Zinemaldia roza la perfección y premia a «Dans la maison»

Dedir que donostia era ayer el centro del mundo es, evidentemente una exageración. Y de las gordas. Pero entre el derby, que vistió de azul, rojo y blanco la capital guipuzcoana, y la gala de clausura de zinemaldia, con un dustin hoffman totalmente entregado y la constatación de que este Zinemaldia ha sido especial, anoche, que nos perdonen, lo parecía.

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Amaia EREÑAGA

«Dans la maison», la «maligna», por incisiva, película del cineasta francés François Ozon, se alzó anoche como la gran ganadora de la edición número 60 de Zinemaldia al obtener el premio principal, la Concha de Oro a la Mejor Película, y la de Plata al Mejor Guión. La película figuraba en todas las quinielas y lo cierto es que el jurado presidido por la productora Christine Vachon pareció que quiso contentar a todos, ya que casi ninguna de las favoritas se fue con las manos vacías: «Blancanieves», la maravilla en blanco y negro rodada por el bilbaino Pablo Berger, recibió una Mención Especial del Jurado y la Concha de Plata a la mejor actriz ex aqeuo para Macarena ... -bien es verdad que parecía que Maribel Verdú, por su papel de madrastra, hubiera sido una excelente Concha de Pata- y «The Attack», la interesante visión de la guerra palestino-israelí rodada por el libanés Zia Doueiri, otra. No hubo discusión en estas decisiones, aunque las quinielas no se cumplieron al cien por cien, porque faltaban «Le Capital», la combativa historia de Costa Gavras, o «Días de pesca», del argentino Carlos Sorin. Sin embargo, por esta vez era debido a una buena noticia: que había buenas películas dónde elegir.

Con ambiente de derby en la calle, tensión por saber los ganadores -desde la llegada de Rebordinos a la dirección del festival se anuncian en riguroso directo en la gala de clausura- y presentadoras del «país» -presentaban la gala Edurne Ormazal y Barbara Goenaga-, la gala arrancó con un necesario homenaje al cineasta Antxon Ezeiza, fallecido el pasado año y al que ha estado dedicada esta edición de Zinemaldia. Paralelamente, en el Velódromo se proyectaba el «Ikuska 20», uno de los trabajos de este cineasta que proyectó el cine nacional vasco. José Luis Rebordinos, director de Zinemaldia, recordó al «cinéfilo, gran discutidor, y hombre que trasmitía a de forma brillante la pasión que sentía por el cine y la vida» y lo hacía entregando una placa a la viuda de Ezeiza, Fini Rubio, que subió acompañada por toda una institución durante décadas por su cargo como secretaria general del certamen, Pilar Olascoaga. La viuda de Ezeiza, muy emocionada, agradeció el recuerdo, que servirá, dijo «para mitigar su condición de director maldito», y destacó que su trabajo «siempre tuvo un trasfondo social y político. Él decía que hacia cine con una mano atada en la espalda». Por eso, apuntó que «Antxon no me perdonaría» si no mostrara su apoyo a los cineastas que ahora se enfrentan a dificultades y realizó un llamamiento a que las instituciones «refuercen su apoyo al cine vasco».

Y, después, el auditorio del Kursaal se dejó seducir por Dustin Hoffman. El actor norteamericano, cuyo debut en la dirección con «Quartet» clausuró de concurso esta redonda 60 edición, recibió también anoche el segundo premio Donostia especial de este año -el otro fue para Oliver Stone-... y el quinto, en total, de los premios Donostia que se han entregado en esta edición. Público en pie, Hoffman muy emocionado -«parad o lloraré»-, se metió al público en el bolsillo -aunque ya lo estaba en la alfombra roja- y, tras asegurar posiblemente falsamente que no había preparado su discurso, recordó que «tenía 15 años cuando empezó el Zinemaldia. Ahora tengo 75». Era mal estudiante, siguió relatando, «no podía concentrarme y me amenazaron con echarme. Un amigo me aconsejó que me apuntara a clases de interpretación, y me apunté porque nadie suspende actuando, es como gimnasia». Ese fue su único motivo para hacerse actor y afirmó sentirse muy emocionado (hasta arrancó a llorar) ante «una comunidad de personas como esta que honran y respetan esta forma de arte». Aplausos e incluso aullidos del auditorio puesto en pie.

«¡Qué festival!»

Versión de «El chico de la última fila», la pieza teatral escrita por el madrileño Juan Mayorga, «Dans la maison», de François El anuncio, el último de la noche, fue efectuado por la presidenta del jurado, una Christine Vachon que no pudo exclamar «¡qué festival!» ha sido este. Una de las favoritas de la crítica y el público desde sus inicios -su proyección en la sesión matinal de prensa concluyó con un cerrado aplauso-, «Dans la maison» ha recibido también el premio Fipresci de la crítica internacional en el Festival de Toronto. Con guiños incluso a Woody Allen, por la divertida relación entre el matrimonio protagonista, la película juega al equívoco entre el adulto resignado y escéptico y el chico precoz que sabe manipular a todos los de su alrededor.

Ozon, quien también recibió el premio al Mejor Guión, quiso «agradecer al festival que siempre me ha apoyado, incluso en mis películas más difíciles». El dramaturgo Juan Mayorga, autor de la historia, destacó que «una idea que nació en el barrio de Moratalaz haya terminado siendo una película francesa. Soy un hombre con suerte de que un hombre entrara en el teatro y quisiera convertirlo en cine. Viva el teatro y viva la vida», exclamó.

Por cierto, que Ozon no obvió su apoyo a los cineastas «españoles que están en situación difícil, con la subida del IVA a la cultura. Cuando hay crisis financiera -dijo-, no hay que atacar a la cultura». Una crítica, por cierto, que apareció repetidamente durante la gala.

El jurado quiso premiar también con una Mención Especial a «The Attack», «por el riesgo y apasionamiento de una controvertida historia», mientras que concedía un Premio Especial del Jurado a la «Blancanieves», del bilbaino Pablo Berger. La película, en blanco y negro y muda, pero que sedujo al público en sus pases, ha sido producto de la «cabezonería» de su director, quien reconoció que anoche le temblaban las piernas. «Para mí -dijo- el cine tiene que ser riesgo, salto al vacío, como caminar en la cuerda floja y para eso necesitas una red, que para mí son mi mujer y mi hija».

Los premios a los mejores actores fueron para dos jóvenes intérpretes -Macarena García, la Blancanieves de Berger, y Kate Cosini, de «Foxfire», de Laurence Cantet- y el del Mejor Actor para un veterano, por su interpretación de un asesino a sueldo que pasa sus últimos días en la carretera en la no muy bien recibida «El muerto y ser feliz», del madrileño Javier Rebollo . Sacristán, quien no pudo acudir porque está interpretando en teatro a «El Quijote», mandó un mensaje grabado desde Cáceres, donde agradeció «tan magnífico regalo de cumpleaños».

«El artista y la modelo», la película en blanco y negro de Fernando Trueba, era otra de las películas que sonaban en el palmarés. Recibió la Concha de Plata al mejor director Trueba, quien recordó que «el cine siempre será arte y cultura. ¡Viva el cine libre!», reivindicó. Como era de esperar, el premio a la Mejor Fotografía fue para la kurdo-iraní «Rhino Season», de Bahman Ghobadi.

El resto de los premios, los paralelos, dieron pie a algunas anécdotas, como la protagonizada por la presidenta del jurado de Nuevos Realizadores, que este año se «estrenaba» como sección en solitario. Entre el lío con los idiomas, entregó dos veces el galardón a la chilena «Carne de Perro», una difícil y dura película chilena en la que cuenta el día a día de un anónimo funcionario que fue torturador en la dictadura.

El premio Serbitzu, que galardona al cine vasco y fue elegido por un jurado presidido por el bertsolari y guionista Andoni Egaña, quiso premiar a «Pura vida», el documental sobre el rescate del escalador navarro Iñaki Otxoa de Olza, que se proyectó en Zinemira.

 

 
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