Arturo, F. Rodríguez | Artista
Atmósferas
La cultura entendida como producto sigue siendo, a pesar de todo, un fascinante método de conocimiento. Nos revelamos ante el concepto de «cultura de mercado» y evitamos siempre sus emisiones radioactivas, pero investigar la geopolítica de la cultura sí que es revelador. Las guerras secretas de las industrias del entretenimiento dejan constancia de la sofisticación de este (siempre) renovado espacio de poder. El uso estratégico de las imágenes hiper-multiplicadas y de las técnicas del marketing provocan movimientos de masas de una magnitud hasta ahora desconocida en forma de audiencias. La aritmética del arte, del espectáculo y del dinero moviliza los corazones al unísono, se habla a la vez a todo el mundo y a todos los países del mundo. La guerra global adquiere formas relucientes al librarse en el territorio de la cultura de masas y deja a la vista un apasionante tablero de ajedrez con atajos y pasadizos secretos que conectan directamente con la médula del sistema económico.
Resulta complicado, ante este mapa de relaciones, organizar y canalizar cualquier tipo de rebeldía cultural porque la trampa de los canales de distribución y difusión así como de la comunicación, en manos de los de siempre, ha hecho imposible la viabilidad de una producción disidente. La desobediencia en este campo corre peligro de convertirse en un mero gesto «folk» y hablar para los de siempre puede resultar un hábito que se enrarece y se inflama. Hacer frente a una cultura dominante o hegemónica pasa por trabajar en la brecha que separa la idea de dominación de la idea de cultura, provocando escenarios indómitos de participación y atmósferas autónomas de creación.