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CRÓNICA | DESDE CARACAS

Las dos venezuelas votan divididas en una masiva jornada de elecciones

Cacerolas el sábado por la noche frente a dianas y marchas revolucionarias. Un insistente «que se vaya» contra la defensa de los logros sociales. Dos venezuelas distintas se volcaron ayer en las urnas durante la jornada electoral que determinará la reelección de hugo chávez o la llegada al poder de capriles.

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Alberto PRADILLA I

«Esto es algo parecido a la guerra civil española, donde se enfrentaron comunistas contra liberales (sic)». Christian Padua, abogado de profesión, define así la decisiva contienda electoral que enfrentaba ayer al presidente Hugo Chávez y al aspirante opositor, Henrique Capriles. Padua, que vota en el colegio Don Bosco, en el este de Caracas, representa esa mitad de Venezuela envalentonada ante la perspectiva de que el palacio de Miraflores cambie de inquilino por primera vez en 13 años. Acudieron a votar en masa y no contemplan otra opción distinta a la de vencer. Como si, de ese modo, se restituyese el estado natural de las cosas.

El abismo entre esta Venezuela y la que defiende los logros del proceso bolivariano fue más que palpable. La fractura tiene rasgos territoriales, culturales y, en grandísima medida, económicos. En cada zona aparentemente homogénea, también aparecen las fisuras. Ahora, habrá que esperar qué impacto tienen los resultados de los comicios, cuyas urnas se cerraron alrededor de las 18.00 horas (00.30 en Euskal Herria).

Después de tres meses de agotadora campaña, partidarios de Chávez y defensores de Capriles iniciaron de forma distinta la cita con las urnas. Solo compartieron el madrugón. Horas antes de la apertura de los colegios, los caprilistas se acostaban tras desarrollar una cacerolada de protesta que retumbó especialmente en el este de Caracas, zona acaudalada y principal feudo de la oposición. Los activistas bolivarianos, por el contrario, se preparaban para seguir con la tradición de las dianas, que instauraron en 1998 con la primera victoria del actual presidente.

Marchas en el 23 de enero

3.00 horas. Parroquia del 23 de enero. Comienza a sonar el toque de corneta en los distintos bafles instalados estratégicamente en algunos de los amontonados domicilios que se expanden hacia la cañada. «Los que quieran patria, vengan conmigo», proclama, atronadora, la grabación con la voz de Hugo Chávez. Se lanzan cohetes, fuegos artificiales y se pinchan marchas revolucionarias. El barrio comienza a desperezarse. Se encienden algunas de las luces y los vecinos caminan hacia los tres colegios instalados en la zona. Para las 4.30 horas, decenas de personas hacen cola para votar cuanto antes.

«Me he despertado con las dianas. Creo en este proceso, en este Gobierno y defiendo todo lo que hemos avanzado», asegura Nelson Borges, de 38 años, que espera frente a la puerta del colegio Leoncio Martínez. Está entre los cinco primeros en llegar, así que el trámite pasará rápido. Tras él, una fila cada vez más larga. En cada sala solo pueden votar cuatro personas a la vez. El proceso, con una doble contabilidad manual y electrónica, ralentizó el voto, aunque aspiraba a borrar de un plumazo los intentos de sembrar dudas hacia su transparencia. «Vamos a ganar porque somos más», zanjaba Elisabet Herrera, una sesentona que lo dejaba claro: «No estudié, pero gracias a la revolución, mis hijas tienen licenciatura, trabajo y un buen apartamento», argumentaba.

Gente que «ni ha estudiado»

Las aglomeraciones fueron constantes en muchos colegios de Caracas. En el este, con toldo para protegerse del sol, más de un centenar de personas se mantenía perenne en el colegio Don Bosco. Entre ellas, Bettina Morales, de 22 años, que lanzaba diatribas contra el Gobierno: «Chávez ha metido en los ministerios a matones, a gente que ni ha estudiado, que ni se sabe de dónde viene», afirmaba.

No son todos los que están, ni están todos los que son en cada colegio, pero las dos Venezuelas que evidenciaron ayer Caracas se dividen por territorios. Así lo expresaba una mujer que discutía, a voz en grito, con un hombre que le recriminaba que hubiese votado por Capriles en un barrio popular del oeste. Claro, que encontrar un chavista votando en el este era más complicado. Nadie confesó. «Si fuese yo, me daría verguenza», decía con desprecio Morales.

Aún separadas, las dos Venezuelas miraban de reojo los porcentajes de voto en colegios antagónicos. La tensión, como en la última semana, podía palparse. Ejemplo de ello, el blindaje policial del Consejo Nacional Electoral. Con el recuento se disipará la duda sobre el futuro presidente. Pero estos comicios no van solo de un cambio de gobierno.

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