CRíTICA: «El fraude»
Obama es un chófer negro que carga con la culpa ajena
Mikel INSAUSTI
He aquí una película que conviene ver con un ojo puesto en las elecciones de los Estados Unidos. Brad Pitt decía en «Mátalos suavemente» que los EEUU no eran un país, sino un negocio. En esa idea abunda el debutante Nicholas Jarecki, que se permite representar a Obama como a un chófer negro al servicio de un tiburón de las finanzas blanco, el cual lo utiliza para que cargue con las culpas de sus andanzas nocturnas al margen de la ley. Y es que los corruptos no sólo cometen grandes estafas económicas, sino que también engañan a sus familias, llevando una vida paralela a la que muestran en las portadas de las revistas y suplementos dominicales de máxima tirada.
Lo que Jarecki retrata es la amoralidad que conlleva el enriquecimiento rápido, porque los magnates se creen por encima del bien y del mal, incluso de las vidas ajenas. Richard Gere es una buena elección para representar a alguien así, porque conserva de su época de galán una altanería que va con el papel. Aunque ha mejorado como actor con el paso de los años, Jarecki demuestra conocer bien sus limitaciones dramáticas, y las explota al máximo para reflejar la impotencia provocada por la decadencia del imperio capitalista del triunfador que se hiciera a si mismo.
El protagonista va cayendo de su pedestal a medida que pierde seguridad y autoconfianza, de lo que se encarga la investigación policial llevada a cabo por un genial Tim Roth, que se sirve de su ironía inglesa para minar psicológicamente al intocable millonario. La fijación personal con él se debe a que el funcionario está harto de que los peces gordos de Wall Street siempre salgan impunes.
Jarecki, al que conviene seguir la pista sobre todo como guionista, organiza la trama en torno al acoso y derribo de tan codiciada presa, con una precisión magistralmente calculada. Cuando ya lo tiene acorralado deja que sea rematado por la esposa, que hasta el tramo final paracía una simple convidada de piedra. El climax lo pone la gran Susan Sarandon reduciendo a Richard Gere a la nada.