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Fito Rodriguez Profesor de la Universidad de País Vasco

¡Que les ayude la virgen!

La jerarquía de poder heredada de la historia hace muy difícil al investigador metropolitano visionar y valorar las características de la cultura colonizada y/o dominada

La virgen del Pilar, digo. En la efeméride de su coronación como capitán general de los ejércitos hispanos, en torno a la medalla que le acaba de otorgar la Benemérita y en el día de la raza, los pretendidamente no nacionalistas españoles ya tienen a quien pedir auxilio en la defensa de la unidad patria (su particular «patía»), también pretendidamente constitucional y, supuestamente, no confesional.

Ya no engañan a nadie porque la historia que han fabricado para justificar su estado-nación por medio de la lengua «compartida», la educación y las fiestas impuestas, así como el relato constituyente, hace aguas y se hunde. No es una afirmación baladí ni solamente mía, sino una concepción ampliamente consensuada entre los investigadores de las áreas tanto historiográficas como educativas.

Un trabajo de doscientos colaboradores de veintitrés países europeos durante cinco años ha dado como resultado la edición de « Writhing the Nation» ( Escribir la Nación), de la que ya se han publicado los primeros tomos y que tiene por objetivo analizar la manera en que han ido construyéndose los grandes relatos nacionales en Europa.

Christoph Conrad, profesor de la Universidad de Ginebra y codirector del proyecto, es sumamente claro ante esta tesitura:

«Cela peut sembler paradoxal, mais le nationalisme est le phénomène le plus international que soit...».

Afirmación de la que colige, así mismo:

«Les nations ennemies s'observaient en permanence et chacune lisait ce que l'autre produisait. Parfois pour s'en inspirer, parfois pou le rejeter».

No se da la misma relación, evidentemente, en las situaciones de colonización, donde las fuerzas vivas de la metrópoli raras veces conocen, aprecian y, mucho menos, imitan las producciones culturales de las naciones dominadas.

En esos casos la asimetría es flagrante y, si bien los colonizados suelen y, a menudo, necesitan conocer la lengua y cultura metropolitanas, las metrópolis, por su parte, desprecian a sus conquistados y, como consecuencia, haciendo incluso alarde de su desconocimiento, suelen dar rienda suelta a una mitificación de esas culturas en «acercamientos» a menudo de carácter más turístico que literario. Se da el caso de que un español entiende perfectamente el catalán en Barcelona y, por el contario, le resulta incomprensible en Madrid, aunque la distancia lingüística de ambas lenguas siga siendo la misma en ambos casos.

Dos son las concepciones de nación utilizadas en la Europa continental, la francesa y la alemana.

La primera es hija de la revolución burguesa, tiene una base igualitaria y no tolera las diferencias en su nacionalismo cívico centralista y jacobino. La segunda es hija de la Reforma, de la lengua como marcador de identidad cultural, y desarrolla una ideología «étnica» tan despreciada como rechazada por la concepción francesa que no duda en tildarla de «racista».

Sin embargo, como hemos apuntado unas líneas antes, ambas concepciones son memos opuestas de lo que parece, ya que, por una parte, el pensamiento racista alemán se basa, entre otros, en las tesis discriminatorias del nacionalista francés Gobineau, y el de los historiadores de la nación francesa, a su vez, se ha formado a menudo en universidades alemanas, como es el caso de Ernest Lavisse.

Esta interrelación ha sido estudiada entre nosotros sobre todo por Joxe Azurmendi, que analizó exahustivamente el caso paradigmático de Renan y la interpretación interesada y fraudulenta que del nacionalismo vasco ha hecho la mayoría de los intelectuales españoles.

Y esto es así debido a la situación de asimetría a la que aludíamos anteriormente. Es decir, mientras que entre estados-nación consolidados la relación histórica, incluso en situaciones de enfrentamiento, es de conocimiento mutuo y retroalimentación, la jerarquía de poder heredada de la historia hace muy difícil al investigador metropolitano visionar y valorar las características de la cultura colonizada y/o dominada.

En el ámbito de la lingüística comparada todo ello es todavía mas evidente. La relación jerárquica entre el uso social de las lenguas ha producido una gran cantidad de investigaciones sociolingüísticas que hoy permiten hablar con datos y propiedad sobre glotofagia y minorización de lenguas.

Así pues, escribo esto en castellano para que me entiendan «ellos», tanto los «especialistas» en el caso vasco como los políticos que hoy se niegan a ver la evolución de los planteamientos emancipatorios cada vez mas emergentes en ese barco a la deriva que es el Estado español.

Hablando hace poco, al hilo de la última Díada catalana, con Ferran Requejo, profesor de la Universidad Pompeu Fabra, me recordó aquella afirmación de Ghandi cuando, en su lucha por la independencia de la India, definió así su relación con los británicos:

«Primero nos ignoran, luego nos desprecian, después nos combaten... y al final, ganamos».

Pues eso.

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