PERFIL | MO YAN
El desbordante Nobel chino
Iñaki URDANIBIA |
En el gigante asiático todo es enorme, todo desborda los límites comprensibles de por acá. El escritor ahora galardonado, casa con tal característica; basta con mirar algunos de los títulos de sus irónicos libros para dar por bueno lo que afirmo, nada digo si entramos en su lectura en la que la carcajada está servida; así, por ejemplo, la novela de llamativo título: «Grandes pechos, amplias caderas» (editada por Kailas), en la que contaba la historia de su país desde una óptica femenina, haciéndonos penetrar en el siglo XX plagado de cruentas luchas y de una extendida pobreza. Los aires rabelesianos lo empapan todo en una fiesta en la que los sentidos nos son invadidos por todos los flancos yendo desde la pantagruélica mesa hasta el lecho, y no me refiero a la cosa del dormir, conste.
Si el nombre del escritor, Mo Yan, es un seudónimo que significa «No Hables», el autor de «Sorgo rojo» (El Aleph) no hace honor a tal prescripción, ya que al contrario habla hasta por los codos, sin cortarse ni un pelo a la hora de entrar en el corazón de su país hasta las entretelas, en cuyo seno ha vivido con intensidad y... lo retrata con ídem.
Nacido en 1955 en la provincia de Shandong en un ambiente rural, se proletarizó, abandonando sus estudios, con ocasión de la Revolución Cultural. Seis o siete años después entró en el ejército de liberación popular. En tal época comenzó a escribir siéndole asignada tiempo después una plaza de profesor en el Departamento de Literatura de la Academia Cultural del Ejército; su escritura desde su inicial «Sorgo rojo», deja ver la influencia del ácido sarcasmo del autor de «Diario de un loco», Lu Xun, al que para más inri añade algunas gotas de realismo mágico, a lo García Márquez, haciendo que el entretenimiento esté servido de principio a fin, en un continuo balanceo entre la seriedad de los problemas visitados y el corrosivo humor con el que son enfocados. Su nombrada primera novela le lanzó a la fama en su propio país, y más allá de sus fronteras, eco que se amplió al ser llevada al cine, en 1988, por el director Zhang Yimou, ganando el Oso de Oro del Festival de Cine de Berlín y convirtiéndose en candidata al Óscar.
Los temas tratados en sus novelas están plenamente pegados al suelo: la familia, las tradiciones y el recuerdo de los hechos que han conmovido a la República Popular China desde los tiempos anteriores a la constitución de esta. Las capas de la memoria acumulada desde la guerra contra los invasores nipones hasta la actualidad, a través de tres generaciones, van creando una mitología en la que Mo Yan (su verdadero nombre es Guan Moye) hurga para entregarnos, negro sobre blanco, la vida de cuarenta años de historia, de los treinta a los setenta, de su convulso país. Aventuras y desventuras de soldados y familias destrozadas, u organizadas en torno a matrimonios convenidos por los patriarcas de turno. Aunque de Pirineos abajo no ha sido traducida, no carece tampoco de coña su historia de cincuenta años contada en cinco reencarnaciones ( «La Dure Loi du karma», Seuil, 2009).
La escritura del Nobel chino se mueve entre el picante del ajo y la potencia del sorgo, ingrediente de un vino peleón, que en tiempos de paz se convertía en centro y símbolo de la vida campesina; mientras que en los tiempos de guerra, devenía el centro de la lucha por la supervivencia. El tono profundamente crítico y descarnado del que hace gala le ha supuesto, más de una vez, ser censurado en su país. quien hoy todavía sigue siendo militar; más adelante también es verdad que algunas de sus novelas fueron premiadas y al final editadas en su totalidad.
Hoy es el Nobel de literatura de este año... su escritura lo merece, dejando de lado otras cuestiones extraliterarias que hayan podido mover a los miembros de la Academia sueca, mas eso ya... no es literatura.