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Raimundo Fitero

Salto

 

No voy a ser menos. Ningún columnista que se precie debe desperdiciar el material aportado por el austriaco Felix Baumgartner para el entretenimiento general. Desde el punto de vista de campaña publicitaria y de mercadotecnia ha sido un rotundo éxito. ¿Quién no conoce a este hombre? Según en qué canal, a qué hora, con qué enfoque, su salto desde la estratosfera es un avance para la ciencia, un deporte de riesgo sin más consecuencias que su estrellato, y hay hasta quien aventura que nadie ha comprobado los datos de altura y que podríamos estar ante un nuevo caso de duda razonable sobre la autenticidad de lo que se nos dice se ha hecho.

Lo que más me ha sorprendido en los días posteriores son los reportajes de los canales para recopilar a otros saltadores de esta índole, los récords anteriores, y cómo han proliferado individuos que aseguran ante las cámaras que ellos lo habían intentado hace diez años, o cuatro, pero que no habían conseguido el apoyo suficiente, es decir no habían encontrado patrocinadores ni cobertura técnica. Porque lo que hemos visto es que en tierra había un equipo amplio de gente en una sala ante ordenados que parecía una NASA en miniatura y que se alegraron mucho cuando se desplegó el paracaídas.

Si en un repaso somero a los canales de televisión de difusión peninsular han parecido casi media docena de individuos que ya habían pensado e intentado este asunto de romper la barrera del sonido, ¿cuántos habrán aparecido en todas las televisiones del globo terráqueo? Porque el fenómeno ha sido mundial, ha copado los noticiarios, los programas de entretenimiento, siguen siendo imágenes vivas, es decir, vemos esos momentos cruciales en los que se ve un bulto que da vueltas sobre sí mismo, muy lejano, escuchamos su respiración antes de saltar, y a nosotros se nos quedó grabada una de las consignas de sus entrenadores: «si te vienen vómitos, trágatelos, porque si no puede ser peligroso». ¿Merece la pena tanto riesgo? Me imagino que le será muy rentable económicamente, que subirá su cachet, que le invitarán a programas de televisión, que escribirá libros, que anunciará maquinillas de afeitar o hamburguesas. Un espectáculo televisado.