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Asier Blas Mendoza Profesor de Ciencia Política en la UPV-EHU

Encuestas: la pregunta al servicio del españolismo

Días antes de que se iniciara la campaña electoral recibí en casa propaganda del PP, exclusivamente en castellano, con el siguiente lema:«somos + del 51% los que nos sentimos vascos y españoles» y lo primero que pensé fue: «sí, ¿y qué?». En Cataluña también hay una abrumadora mayoría de ciudadanos que se sienten catalanes y españoles, con diferentes intensidades y conceptos de lo que eso significa, pero ello no es óbice para que una mayoría clara quiera la independencia (el método para afirmar esto es el mismo que utilizan para decirnos si son más o menos los vasco-españoles: las encuestas).

Es tramposo utilizar esa afirmación para una pregunta que pretende mostrar la foto de la pugna entre nacionalistas vascos y nacionalistas españoles o las preferencias de la ciudadanía respecto a la forma institucional para el País Vasco. Obviamente, la identidad está relacionada con ambos aspectos, pero científicamente no se puede abordar exclusivamente desde esta perspectiva, y menos aún en base a encuestas que hacen una pregunta pensada desde el españolismo para usarla políticamente a favor de estas preferencias políticas. Otra cuestión aparte es comprobar cómo algunos sectores nacionalistas vascos e instituciones han adoptado la lógica de estos españolistas y la reproducen en sus discursos y en las encuestas que realizan/ encargan, pero esto lo dejaré para otra ocasión.

En Euskal Herria se pueden distinguir a tres grupos nacionales con una disputa respecto a la autodeterminación; por un lado, el que conforman los nacionalistas vascos como aquella parte de la sociedad que reivindica Euskal Herria como nación con derecho a la autodeterminación y, por otro, las categorías que engloban a los diferentes sectores españolistas que tienen España como referente nacional o a los nacionalistas franceses que tienen como referente a Francia. Sin embargo, el indicador que se utiliza para medir la distribución de los sentimientos nacionales no es preciso (por cierto, y no es el más común en otros países con pugnas similares como Quebec o Escocia). La fórmula (con diferentes matices) es mala ofreciendo unas respuestas posibles que no ayudan a interpretar los datos, por ejemplo, las encuestas de organismos oficiales como el CIS preguntan de la siguiente forma: «¿Con cuál de las siguientes frases se identifica Ud. en mayor medida? Me siento únicamente español; me siento más español que vasco; me siento tan español como vasco; me siento más vasco que español; me siento únicamente vasco».

La pregunta aclara muy poco sobre cuál es el sentimiento nacional (ni siquiera lo menciona) de cada encuestado. Un nacionalista español que haya nacido en Donostia se puede esperar que se identifique como tan vasco como español (o más español que vasco). Pero no es esperable que niegue ser vasco, ya que al fin y al cabo el nacionalismo español incluye como parte de su territorio al País Vasco. Es más, al existir movimientos políticos que propugna la secesión de Euskal Herria, tiene sentido que los vascos-españolistas defiendan con más ahínco su identidad como vascos, para así reafirmar la españolidad del País Vasco. De igual manera, uno que se siente exclusivamente vasco si se le ofrece la posibilidad de identificarse con su provincia, probablemente también lo haría. Por ejemplo, si es alavés, seguramente se identificaría como alavés y vasco. Y, al igual que en el anterior caso, aquí también el mecanismo de reafirmación funciona igual para territorios disputados.

Así las cosas, en la CAPV los nacionalistas vascos y nacionalistas españoles compiten por un mismo territorio o, si se pretende ser menos drástico, ambos segmentos buscan un futuro diferente para el mismo territorio, es decir, la competición no está en sentirse vasco sí o no, sino en cómo sentirse vasco siendo parte de una nación o siendo parte de una región. Sin embargo, desde el CIS, pasando por el Sociómetro Vasco, Euskobarómetro y llegando a cualquier encargo de un medio de comunicación, todos suelen repetir el esquema que fue creado con una clara intencionalidad política: tratar de suavizar y ocultar el conflicto de identidad nacional, ya que a través de la graduación imprecisa que se le ofrece al encuestado, las frecuencias que se recogen dan a entender que no hay una gran confrontación, porque frente a lo que se podría denominar identificaciones opuestas, nacionalidad española vs. nacionalidad vasca, existe una mayoría que comparte identidad vasca y española, lo que indicaría que la segmentación social no está clara o simplemente no la hay.

Esta interpretación ha sido muy popular entre los académicos que han estudiado la cultura política vasca, aunque en este aspecto el trabajo que han desarrollado es cualquier cosa menos científico, ya que al fin y al cabo son claros ejemplos de cómo se pueden confundir los deseos (preferencias políticas personales) con las realidades. La agregación de las tres identidades compartidas para inferir posiciones y anhelos políticos se antoja excesiva, toda vez que estamos ante sentimientos particulares con interpretaciones muy subjetivas, por ello, nada impide que una persona pueda definirse como española, pero que esté a favor de la independencia.

Un ejemplo podría ser alguien que es oriundo de una región española y que se identifica con su origen, pero que considera que Euskal Herria es un país diferente al español y/o que tiene derecho a conformar un estado independiente. En la misma línea, también es posible una identidad «dual» cuando una persona por su origen familiar (total o parcial) siente como propia a la nación española, además de la vasca. Otro ejemplo elocuente lo encontramos en la interpretación de lo que es ser vasco y español. Al menos hay dos interpretaciones posibles: para algunos ser vasco conlleva una identidad regional (sea más o menos intensa) y para otros ser vasco conlleva una identidad nacional. De igual manera, para algunos ser español conlleva una identidad nacional y para otros conlleva una identidad de pertenencia/ciudadanía a un estado en el que conviven varias naciones. De tal manera que entre los encuestados podría haber gente que se define también como española en alguna intensidad por el simple hecho de ser ciudadanos del Estado español, sin que obligatoriamente este hecho fuese de su agrado personal o su deseo para el futuro.

Consecuentemente, parece obvio que detrás de la afirmación de sentirse vasco hay concepciones muy diferentes de lo que significa esa identidad. ¿Es lo mismo sentirse vasco interpretándolo como identidad regional o nacional? Parece que no. En este caso, el discurso de las «identidades duales» no encontraría sustento alguno como indicador de ausencia de grandes fracturas en la sociedad vasca respecto a la identidad nacional y, menos aún, en lo referente a las preferencias políticas respecto al futuro del País Vasco. Por ello, cualquier trabajo riguroso sobre el conflicto de identidades nacionales en Euskal Herria debería valorar la utilización de preguntas más claras y conectadas con el objeto de estudio (valorando en cada caso cuál puede funcionar mejor), por ejemplo, «¿Cuál es su de identidad nacional? Vasca, española, otras»; «¿Cree que el País Vasco es una nación? Sí, no» etc.

Sin embargo, estas preguntas tampoco nos mostrarán las preferencias políticas de la ciudadanía. Tal y como decía anteriormente, entre estas y la identidad nacional hay conexiones lógicas; no obstante, hacer traslaciones perfectas del terreno identitario al político es erróneo o propio de nacionalistas identitarios. El mencionado panfleto del PP es un buen ejemplo de esto último. Para saber qué grado de autogobierno quiere la ciudadanía vasca o qué votaría en un referéndum hipotético sobre la independencia, hay que preguntárselo con claridad. Por suerte, gracias al impulso catalán, en las encuestas cada vez se incluyen más este tipo de preguntas de una manera más o menos palmarias. Ahora solo falta que la pregunta nos la hagan en las urnas, entre otras cosas, por aquello de evitar otro problema de las encuestas: la cocina.

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