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Iker Casanova Alonso | Escritor

21-O: resultados y reflexiones (y II)

Euskal Herria Bildu ha logrado 278.000 votos, 2.000 más que Bildu y 7.000 menos que Amaiur. Con respecto a Amaiur, en Gipuzkoa se han perdido 15.000 votos y se han ganado 2.000 en Araba y 6.000 en Bizkaia. En Gipuzkoa la bajada es homogénea, ya que el herrialde es también homogéneo en términos sociopolíticos. Significativamente, en las zonas de Bizkaia donde el perfil es similar también hay una bajada muy parecida. Aquí son las zonas urbanas, con Bilbo y Ezkerraldea a la cabeza, las que tiran del carro electoral, con subidas en torno a un 15%. En el caso alavés, la práctica totalidad de la subida de votos corresponde a la capital..

En resumen, las tendencias son bastante coherentes: EH Bildu ha subido en las zonas urbanas y ha bajado moderadamente en las zonas rurales, salvo en Guipúzcoa, donde el descenso ha sido generalizado en torno al 12%. En Guipúzcoa, con los votos de Amaiur habría ganado un parlamentario, arrebatado al PNV. En Araba eran necesarios unos 1.500 votos más para conseguir un escaño a cuenta del PSOE. En Bizkaia, la fortaleza jeltzale le habría obligado a un crecimiento improbable en este momento para aspirar a un representante más (casi 20.000 votos). Teniendo en cuenta la configuración territorial del electorado de la coalición, nuestra aspiración debía ser subir donde éramos débiles, y había margen de crecimiento y mantenernos donde el «efecto tsunami» nos había llevado a la máxima expansión que nos permite a día de hoy la coherencia política. Obtener unos 300.000 votos, sin perder votos en Guipúzcoa y aumentando un poco más en Araba nos habría situado en el resultado 23-26 al que podíamos aspirar. En mi opinión, una campaña electoral insuficiente nos ha impedido subir más allí donde debíamos subir y el frente anti-Bildu nos ha desgastado allí donde no deberíamos haber bajado.

La subida en las áreas urbanas es, en mi opinión, el dato más positivo de estas elecciones, y más aún teniendo en cuenta que en muchos lugares como en Barakaldo o Sestao se ha logrado el máximo número de votos de la historia. Hemos empezado a conectar con el electorado que necesitamos para dar el salto político. La razón de esta subida es clara: el nítido mensaje de izquierda que hemos lanzado en esta campaña. Si lo hubiéramos proyectado aún con mayor claridad e intensidad la subida en estas zonas habría sido histórica. La reflexión es tan evidente, y también las consecuencias de futuro, que a pesar de ser el tema clave no creo que haga falta extenderse más en ello.

Como muchos lectores sabrán, he formado parte de las listas de EH Bildu de Bizkaia. A raíz de ello he tenido oportunidad de participar en mítines, charlas, debates, encuentros con agentes sociales... Desde esa perspectiva he observado directamente que las personas que han diseñado la campaña, tanto en el aspecto técnico como político, se han implicado en ella sin reservas, aprovechando al máximo los medios humanos, técnicos y económicos disponibles. Nada que objetar por ese lado. Pero quizás estos medios eran menores de lo que deberían haber sido para afrontar un reto que se definía como histórico. El diseño general de la campaña tampoco se correspondía con el nivel de ambición de los objetivos marcados.

Esta campaña, además de aciertos y hallazgos muy positivos en los que habrá que reincidir en el futuro, ha presentado también grandes carencias. Me parece que han faltado cosas importantes: más gente conocida en las listas, manifiestos de apoyo de personalidades del mundo sindical, artístico, cultural, deportivo, científico... mayor presencia en la calle a través de mecanismos de intervención renovados y clásicos, una mejor gestión de los apoyos internacionales, golpes de efecto comunicativos, actos más espectaculares... Podíamos haber trabajado más las propuestas macroeconómicas para que, debidamente explicadas, nos dieran mayor credibilidad de cara a la gestión del Gobierno. También deberíamos haber resaltado una serie de ideas fuerza, de las que en nuestro programa había muchas, que fueran a beneficiar directamente a las personas de forma inmediata. La excelente recepción en diferentes ámbitos a la propuesta contra los desahucios demuestra que ese era el camino. Tampoco hemos creado esa sensación inmaterial, pero que todos hemos sentido en algún momento, de que se está gestando algo histórico. Esta no ha sido «la Campaña» del cambio político.

Una semana antes de las elecciones un militante me confesaba que «sin tensión no sabemos trabajar». Esa tensión/ilusión ni ha salido de la base ni se generado desde la estructura, y el resultado ha sido que hemos desaprovechado parcialmente una oportunidad histórica. Creo que la principal razón de este desfase es la precariedad organizativa en la que aún se mueve la izquierda abertzale, que está llamada a ser el motor militante de EH Bildu. Saliendo de una larga clandestinidad y con una estructura demasiado inorgánica hasta que culmine el proceso de constitución de Sortu, la izquierda abertzale aún no tiene toda su maquinaria engrasada para atender a todos los frentes al 100%. Si hacemos bien nuestro trabajo, es cuestión de tiempo.

Nuestra labor institucional nos ha pasado cierta factura, pero no con la profundidad ni por las razones que algunos señalan. Hemos mantenido el 90% de nuestro voto en zonas donde nos encontrábamos en máximos históricos, casi difíciles de explicar en términos de sociología política. Como el mayor descenso se ha concentrado en Gipuzkoa, se ha generado una tendencia a centrar todas las miradas en las políticas desarrolladas por la Diputación del territorio, lo que me parece injusto y erróneo, además de ser un debate inducido. No se puede ser tan arrogante como para pensar que no ha habido errores, ni tan soberbio como para negarse a cambiar nada. En manos de la base social de cada zona está realizar la evaluación permanente de la labor institucional, se esté en el gobierno o en la oposición, y aplicar los pertinentes cambios cuando se considere oportuno.

Pero cuidado con las lecturas simplistas. La gestión de la Diputación de Gipuzkoa ha sido en términos generales buena, espectacularmente buena si la comparamos con la de la Diputación vizcaina, la alavesa o el Gobierno foral de UPN. Podemos analizar cualquier parámetro socioeconómico (paro, PIB, recaudación fiscal, pobreza, recortes....) y compararlo entre los diferentes herrialdes, y comprobaremos que casi siempre Gipuzkoa se encuentra mejor y que también ha sido mejor (o menos mala) la evolución de esos parámetros en el tiempo de gestión de Bildu.

No estamos gobernando mal. Creo que podemos presumir de ser los gestores más honrados, austeros y eficientes de este país. El problema es que gobernar así significa chocar con los intereses de la élite político-económica. ¿De verdad creemos que la oligarquía vasca va dejar implantar un modelo alternativo al desarrollismo, el liberalismo y la partitocracia domesticada sin pelear contra ello con todas sus fuerzas? En otros contextos históricos y geográficos, la solución a este problema suele ser un golpe de estado. Aquí, en vez de bombardear la «dipu», han constituido una «Brunete» político-mediática-empresarial destinada a sabotear la labor de Bildu. Así PNV, PSOE y PP, el grupo Vocento, Adegi y compañía se dedican a difundir mensajes catastrofistas, manipular la realidad, mentir, lanzar mociones de censura o sabotear la labor institucional. Eso es señal de que vamos por buen camino. Ahora bien, es indudable que esto ha tenido un coste, porque nos han atacado por un flanco en el que no estamos acostumbrados a defendernos.

Nuevamente otros parecen haber captado mejor que nosotros mismos la importancia de la cuestión. La gran lección de estas elecciones es que debemos arropar nuestra política institucional con un mayor trabajo militante, implicando a todos los sectores populares en la defensa de los logros obtenidos en las instituciones, de la misma manera que las instituciones se tienen que comprometer con las luchas de los movimientos sociales. Las instituciones y la calle deben ser espacios complementarios y no antagónicos. Siempre va a haber algunas aristas que provoquen fricciones con parte de nuestra base electoral, temas que a su vez pueden ser la motivación de otros para formar parte de este proyecto, pero estoy convencido de que, a pesar de ello y sin querer ir más rápido de lo que la realidad social permite, podemos ir avanzando hacia cambios profundos. En todo caso, estoy seguro de que históricamente hemos defendido cuestiones más complicadas que la necesidad de separar la basura. Cuidado con rendirse antes de plantar batalla, porque corremos el riesgo de que los límites de las transformaciones que queremos aplicar no los marque la sociedad, sino el «Diario Vasco».

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