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TRAS LAS ELECCIONES DEL 21-O

Paso bajo el yugo de las Horcas Sabinianas

Iñaki IRIONDO

Es un gesto de agradecer y que demuestra la asunción de sus responsabilidades, tanto las pasadas como las futuras, que fuera el lehendakari en funciones, Patxi López, quien encabezara la vuelta de su partido a Sabin Etxea. La entrada de la delegación del PSE a la sede del PNV tenía ayer cierta similitud al paso de las derrotadas tropas romanas bajo el yugo en las Horcas Caudinas.

Contrariamente al resto de citas de esta ronda del PNV, la fijada con el PSE tenía historia y el sabor del plato de venganza que se sirve tres años y medio después. Los jeltzales lo congelaron a la espera del momento de meterlo al microondas. Seguro que ayer los del EBB se chuparon los dedos.

El 5 de marzo de 2009 otra delegación del PSE llegó a Sabin Etxea. La formaban Jesús Eguiguren,presidente del partido que ahora ha renunciado a su escaño, y Rodolfo Ares, entonces secretario de Organización y ahora coordinador de la campaña tras haber sido consejero de Interior. Iban también dos supervivientes, Iñaki Arriola y Txarli Prieto, secretarios provinciales de Gipuzkoa y Araba respectivamente. Tenían gesto grave. No veían la necesidad de sonreír que sintieron ayer. Les recibieron el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, los de las territoriales, Andoni Ortuzar, Joseba Egibar e Iñaki Gerenabarrena, y el candidato a lehendakari, Juan José Ibarretxe, que no habló en todo el encuentro.

El PNV ofreció un acuerdo de coalición o pacto de legislatura al PSE. Esgrimió los 30 escaños logrados y los 80.000 votos de diferencia que Ibarretxe le había sacado a López. Poco les impresionó. El PSE contaba con el apoyo parlamentario del PP que, con la izquierda abertzale excluida, le daba la mayoría absoluta de la Cámara para -según alardeó Patxi López- «abrir un nuevo tiempo, con un nuevo liderazgo, para unir al país, respetar su pluralidad y hacer las cosas de otra manera». Tenían muy claro su objetivo principal, incluso se lo ofrecieron al PNV: «Que haya un lehendakari socialista».

López, apoyado por un PP con el que dijo que nunca pactaría, llegó a Ajuria Enea. Pese a hacer una autoevaluación muy positiva de su propio Gobierno y tras haber perdido un tercio de sus votos, el todavía lehendakari entró ayer por la puerta de Sabin Etxea para decirle al PNV que esta vez ni se presentará a la investidura, porque con 27 escaños admite la victoria que no le reconoció con 30. Y porque, no conviene olvidarlo, el independentismo que intentaron sacar del tablero de juego ha vuelto con 21 escaños para ser segunda fuerza por encima del todavía gobernante PSE. Y porque, hagamos cuentas, quienes con trampas consiguieron mayoría absoluta, suman ahora apenas 26 escaños y muchos problemas internos.

El PSE que iba a sustituir al PNV y generar un nuevo liderazgo se reconoce «un partido viejo» y regresa a Sabin Etxea con la cabeza gacha. Si juega bien sus cartas, igual todavía consigue salvar algunos muebles.

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