«Victus», en cabeza de los más vendidos en Catalunya
«Pienso que hay paralelismos entre 1714 y el momento actual»
Antropólogo, africanista y escritor
Albert Sánchez Piñol (Barcelona, 1965) es antropólogo africanista además de escritor. Para realizar su tesis viajó a países en zonas de conflicto como Mozambique o la República Democrática del Congo. Antes de “Victus”, ha publicado entre otros títulos las novelas “La pell freda” (2002), “Pandora al Congo” (2005) y “Tretze Tristos Tràngols” (2008).
Xavi PRERA | BARCELONA
Tres semanas liderando la lista de libros más vendidos con «Victus» (Edicions La Campana), la historia de la gran derrota catalana en 1714, y Sánchez Piñol sigue siendo un tipo bastante discreto. Quedamos en el barrio de Gràcia, donde vive. Toma té. Viéndolo de cerca, destaca su mirada atenta y grave, ávida de historias, cejas ligeramente arqueadas. Habla sin tapujos no solo del libro sino también del momento histórico que vive Catalunya. Él, optimista, confía en que el proceso actual «nos lleve a una victoria».
Usted ha estado mucho en África y ha vivido algunas de las grandes tragedias del continente. Después decide escribir sobre Catalunya y lo hace sobre la gran tragedia histórica. ¿La palabra tragedia le persigue?
Vengo del sector africanista de la antropología, y he tenido la mala suerte de trabajar en Mozambique o la República Democrática del Congo cuando vivían guerras durísimas. Es una cuestión de azar. Ocurre que, antropológicamente, la violencia como concepto me interesa mucho, y si observas, la historia de Catalunya es muy turbulenta. La idea del «oasis catalán» es un invento reciente de la historiografía burguesa. Nuestra historia está llena de barricadas y revueltas, y sin duda el giro narrativo de la misma es el 11 de setiembre de 1714.
¿Cómo y cuando decide escribir una novela como «Victus», sobre esa gran tragedia ocurrida hace casi 300 años?
Hace muchos años que voy detrás de una novela como esta. De hecho, cuando iba a las manifestaciones de joven, ya me preguntaba por la parte histórica y mitológica del sentimiento catalán. Cuando me empecé a documentar sobre 1714 alucinaba, porque desde el punto de vista estrictamente narrativo es la tragedia perfecta. Todos los elementos están ahí, y en grado superlativo. Cualquiera que lea «Victus» lo verá.
Comenta que ha invertido diez años en este trabajo.
Sí, pero esto no es una profesión en la que fichas en una oficina ocho horas. Hubo un proceso de documentación muy pesado, porque es un tema que se actualiza constantemente y yo quería ser cuidadoso. Además tuve problemas, como el tema del idioma. Lo empecé en catalán, y cuando llevaba unas 100 páginas, vi que no funcionaba. Es una paradoja muy grande, porque nunca hubiera pensado que escribiría una novela en castellano, y menos esta. Pero aunque hagas un poco el ridículo te tienes que dejar llevar por la irracionalidad. Si no las tienes en cuenta no eres un buen narrador. Eres un escribidor, que diría aquel.
Habla de las paradojas de la novela, y una de ellas es que el narrador, Martí Zuviría, es un cobarde que se ve obligado a luchar por las circunstancias. ¿Por qué Zuviría y no el general Villarroel?
Estuve meditando mucho sobre la voz narrativa, porque los hechos son tan duros que si no tienes un narrador a la altura, la novela se te viene abajo. Es una cuestión que puede parecer técnica, pero es básico, porque un narrador flojo convierte una novela histórica en una simple guía turística de la historia. No quería que Zuviría explicara el 1714, quería que 1714 explicase a Zuviría. Él es una rata cobarde y mezquina, y esta es la gracia, ya que cuando coges a un personaje así y lo pones dentro de ese héroe colectivo y tolstoiano que es el pueblo de Barcelona aún destaca más el valor de aquellos individuos.
Más paradojas. Al conseller en cap de la época, Rafael Casanova, que en la novela no queda demasiado bien, se le recuerda cada año. El general Villarroel es recordado, en el mejor de los casos, como una calle de Barcelona. Y del pueblo de Barcelona nadie se acuerda. ¿A alguien le ha interesado que se imponga esta visión de la historia?
1714 ha intentado ser manipulado desde los dos bandos. El revisionismo españolista dice unas tonterías enormes que no valdría la pena replicar si no fuera porque tienen unos altavoces muy potentes. Y el catalanismo de derechas también ha intentado apropiarse el 1714, escondiendo o pasando de puntillas por el papel de las clases populares. Además, este papel tan protagonista lo explica la rauxa y no el seny. Primero, porque el pueblo llano capitalizó la defensa de la ciudad. Y segundo, ¡porque un catalanismo esencialista no tenía en cuenta que Villarroel era castellano! No es que Casanova lo hiciera mal, no lo creo, pero es un héroe cojo.
Otro de los personajes que llaman la atención es la señora Waltraud, esta austriaca que recoge las memorias de Zuviría.
Waltraud soy yo. Es una metáfora de lo que es la narrativa, sobre todo en el caso de la narrativa histórica. Tienes la sensación de que los muertos te narran la historia. Pero has de hacer esfuerzos y discutir con ellos, que te maltratan, para hacer la historia inteligible al lector.
Hace una distinción entre la derrota catalana y la rendición valenciana de 1707.
Sí, y me dolería que los valencianos se sintieran ofendidos, porque se puede malinterpretar. Visto desde las coordenadas del momento, no puedes decir que la resolución de los valencianos fuera sensata, pero perdieron algo que no podían saber que perdían: el capital simbólico. La idea de que nuestros abuelos resistieron a la tiranía es uno de los capitales que ha hecho que las clases populares siempre hayan estado al pie del cañón por el catalanismo, desde la última manifestación hasta la demanda a sus autoridades para que resistieran. No fracasaron, porque hoy en día existimos en parte gracias a ellos.
Con Catalunya en precampaña y en un momento en que el soberanismo copa el protagonismo los paralelismos son inevitables. ¿El millón y medio de personas que salieron a la calle el 11 de setiembre estaban guiados por el seny o por la rauxa?
Pienso que hay paralelismos entre 1714 y el momento actual. Ya que has sacado el tema de la manifestación, la gran analogía es que, entonces, las clases dirigentes no querían resistir y fueron las clases populares las que la obligaron a defenderse. Y con la manifestación se ve igual de claro, es el pueblo que sale a la calle el que obliga a los políticos a replantearse las cosas. Espero que vayamos a una simbiosis entre el seny y la rauxa que nos lleve a una victoria. La gran diferencia con hace 300 años es que el recurso a la fuerza como instrumento político ya no existe en Europa Occidental, y ahí tenemos todas las de ganar.
Me comentan desde la editorial que todo lo que viene de Euskal Herria le provoca una sonrisa inmediata. ¿Es así?
Claro, tengo amistades allí, he publicado en Txalaparta, tengo lectores... Eso sí, es una realidad muy diferente de la nuestra, aunque históricamente haya paralelismos. En 1714, los vascos tuvieron un papel muy poco honroso. ¡Esto, mejor no lo pongas! (risas). Pero fue así, los «navarros» les llamaban, así en genérico. Como estuvieron a favor de Felipe V, buena parte de las tropas de choque borbónicas venían de Euskadi. En cuanto a la actualidad, quizás los vascos se deben de haber quedado un poco sorprendidos con Catalunya. Siempre nos habían considerado un poco los primos tontos (más risas), y ahora casi se diría que les pasamos por delante.
En cuanto a proyectos de futuro, ¿Zuviría seguirá contando su siglo XVIII?
Sí, me gustaría, porque a mí, que soy Waltraud, me ha explicado casi toda su centenaria vida. Fíjate que es un tío que ha estado en 1714 siendo muy joven, y le explica este episodio cuando ya ha vivido la Revolución Francesa. Es un puente entre el mundo antiguo y el moderno. Quiero explicar cómo Zuviría conoce al Marqués de Sade, a George Washington, a Rosseau... También es cierto que es un pesado, y al ser yo una persona que siempre tiene muchos proyectos, estoy agotado de Zuviría. Ahora escribo una novela corta y es un placer, porque sé que con un máximo de 200 páginas la tendré lista.
¿Veremos «Victus» en las salas de cine?
Estoy haciendo el guión, pero la cuestión es si habrá presupuesto. Yo ya he dicho a la productora que o hacemos una cosa digna o nada. Porque hacer una película así es caro, el cine de época y bélico aún más cuesta mucho dinero.
Las clases populares llaman «felpudos rojos» a los dirigentes y a los burgueses, y les profesan una absoluta desconfianza. ¿Usted confía en Mas o lo ve un «felpudo rojo» actual?
No estoy dentro de la cabeza de Mas, pero siempre he pensado que, en última instancia, los políticos hacen lo que el pueblo les dice. Y ellos han cambiado de opinión. Si esta reconversión es sincera, lo veremos pronto.
Usted ha dicho que una Catalunya soberana avanzaría en derechos sociales. Pero una frontera en el Ebro no garantiza un avance en derechos sociales. ¿Hay algo más?
En 1714 esto se resolvió muy bien: los derechos nacionales son los derechos sociales. Y ahora se hace una dicotomía, como si fueran cosas distintas. Me sabe mal por los españoles, porque no tengo nada en contra de ellos sino de unas estructuras políticas muy determinadas. De un plumazo eliminaríamos la Guardia Civil, el Ejército, la Policía Nacional y la monarquía.
Los Mossos d’Esquadra tampoco han resultado ser la panacea…
Policía habrá, porque no se entiende ahora mismo una sociedad sin policía. Pero toda esa superestructura que es España desaparecería. Otro punto es, y me sabe mal decirlo, que la población catalana, al estar más cerca de Europa y ser más urbanita, normalmente es más progresista que alguien de Cuenca o Albacete, con todos mis respetos hacia esta gente. Quizás en Catalunya habrá una transición nacional comandada por la derecha, pero si la izquierda se organiza, tendremos gobierno de izquierdas para tres generaciones. Aunque Merkel siga mandando.
Precisamente le quería preguntar por la soberanía económica de un Estado propio. Y por el papel de Merkel o del FMI. Usted ha vivido, en África, crisis de la deuda con consecuencias muy duras para los ciudadanos. ¿Ve similitudes con la situación actual?
Claro que un Estado propio no es la solución a todos los males, pero si Catalunya tiene un Estado dentro de Europa tiene que servir para entender más aún que estás dentro de un contexto, y Merkel no cambiará de opinión pero puedes buscar tus alianzas. Pero ahora no existimos, no tenemos voz. El problema de África es otro: tienen voz, pero no presupuesto. X.P.