Raimundo Fitero
251 minutos
El pasado mes de octubre ha sido el de máximo consumo televisivo de la historia. Dicen las estadísticas que cada persona se ha plantado delante de su electrodoméstico esencial una media de doscientos cincuenta y un minutos por día. Más de cuatro horas entregados a los desvaríos en colorines. Para ello los publicistas le han preparado más de doscientas mil inserciones de anuncios de toda cata. Ni se sabe las veces que han salido Cristiano Ronaldo y Messi. Los cientos de mentiras vertidas con total impunidad por el ausente y sus muñecos del gobierno. Las imágenes del suegro de Urdangarin y toda esa colección de programas clónicos, magazines gritones o empalagosos o ambas cosas a la vez. Ahora, por decreto ley, la prima ya no existe, y los brotes verdes nos hacen sonrojar.
Pero seguro que ninguno de ustedes se reconoce en esos doscientos cincuenta y un minutos. Estamos convencidos todos de que esas estadísticas no nos incluyen, y que nosotros, como decimos de manera retirada y convincente los que tenemos una adicción, controlamos nuestros tiempos y nuestro mando a distancia, seleccionamos, vemos programas muy concretos, de interés cultural o informativo, por lo que nunca llegamos a esas cantidades de minutos. Por lo tanto deben existir seres humanos que consumen, como mínimo el triple, para que salgan las cuentas.
Pero si repasamos nuestra vida cotidiana, nuestras costumbres, comprobarán como sin apenas darnos cuenta acumulamos minutos, horas, aunque en ocasiones sea en duermevela, o sin prestarle atención, pero con el aparato encendido. Algunos se refieren a la televisión como «esa visita habladora» y no es tan raro que en cuanto entran en casa muchas personas encienden la televisión, que parece casi una obligación después de la cena y antes de irse a la cama ver una serie, película, debate o reality, que no es tan raro que en las comidas se mantenga encendida la televisión, y así, poco a poco vayan sumando y verán como están muy cerca de esa media estadística, que debido a la crisis, seguro que irá subiendo.
Y no se engañen más, los documentales de La 2 tiene una audiencia ínfima y los programas culturales, son residuales.