«Las transnacionales gestionan la pobreza de acuerdo al mercado»
Es un activista que estudia los mecanismos que están utilizando las grandes multinacionales para adentrarse en los países pobres. En su último trabajo analiza la instrumentalización que estas empresas están haciendo de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), de las que se sirven para lavar la imagen de sus agresivas políticas económicas.
Juanjo BASTERRA | BILBO
«Pobreza 2.0. Empresas, estados y ONGD ante la privatización de la cooperación al desarrollo» es un libro publicado por la editorial Icaria y escrito por Pedro Ramiro, coordinador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL), y Miguel Romero, editor actual de la revista «Viento Sur». Analiza el camino que han emprendido las transnacionales con el apoyo de las ONG para entrar de una manera «más amable» en determinados mercados y zonas.
¿Qué pretende el libro?
Poner sobre la mesa el debate de la participación de las grandes empresas en la agenda de cooperación. Fomentar el debate en las Organizaciones No Gubernamentales de Desarrollo (ONGD) que durante décadas han estado impulsando la Agenda de Desarrollo. No hemos participado en el debate y se han ido haciendo planes directores, estrategias de cooperación, mientras se les ha dado más participación a las grandes empresas. Ahora, impulsado por la crisis y la reducción de subvenciones, queremos llevar debate no solo a ese entorno, sino al conjunto de la sociedad.
¿Las ONGD se aprovechan de la financiación privada?
Es la discusión que se está produciendo desde hace una década, pero desde hace tres o cuatro años han aparecido programas concretos sobre alianzas público-privadas. Con la crisis, muchas ONG están intentando intensificar ese camino. Los fondos privados en ningún caso suplen los fondos públicos, ni en cantidad ni tampoco en calidad.
¿Las multinacionales se lavan la cara con esta actuación?
Claro. Es una continuación de lo que han venido haciendo estos años con la responsabilidad social corporativa (RSC), etc. En este caso no solo les conviene aliarse con las ONG y los estados por una cuestión de lavado de cara y de legitimación, sino también porque es un factor de disminución del riesgo allí donde operan. Repsol, al lado de un pozo petrolero en Ecuador, acaba de recibir dinero de la Agencia Española de Cooperación para poner en marcha un proyecto de responsabilidad social. Le conviene para lavarse la cara, para asegurarse que no haya riesgo en las operaciones. Las ONG les aportan conocimiento en el terreno, en el desarrollo del mercado local y en el acceso a la gente. La relación está muy desequilibrada entre lo que gana cada uno. ¿Dónde quedan la misión, la visión, la ética, los valores aliándose con empresas que están cuestionadas por no cumplir los derechos humanos?
¿Las multinacionales habían triplicado el negocio entre los años 2005 y 2011?
Claro. En el libro situamos un triángulo en esta situación: estados, ONG y transnacionales. Es necesario para seguir expandiéndose por todo el mundo y más en un contexto de crisis. Buscan el crecimiento del negocio fuera, porque aquí caen el consumo y las ventas, y hay que suplirlos con otros mercados. Ésa es la razón.
Iberdrola, que ganó hasta setiembre 2.400 millones un 12% más, destacaba que su negocio provenía en un 75% de fuera del Estado español.
Y va creciendo. Para esta pretensión de negocio en el extranjero la cooperación al desarrollo cumple un papel muy importante. No es el único, pero sí para asegurar el negocio. El Gobierno español, tanto el de ahora como el anterior, que inició estas operaciones, aplica esa lógica. Ponen la cooperación al desarrollo prácticamente al servicio de las compañías empresariales.
¿Las ONG se están haciendo cómplices de esta política que explota a trabajadores, esquilma recursos y destruye la naturaleza, entre otras cosas?
Prácticamente ninguna ONG de desarrollo reconoce en estos términos lo de aliarse con una empresa con malas prácticas empresariales. La justificación habitual es que se alían en construir estas alianzas público-privadas para cambiar las prácticas empresariales.
Eso que en el terreno laboral se llama la mesa de diálogo social, pero que no tiene una correspondencia empresarial.
Si no lo están consiguiendo los sindicatos con una base social amplia y un poder de convocatoria grande, menos lo van a conseguir las ONGD, que tienen poca base social.
¿Han adoptado el discurso neoliberal como las grandes empresas con las que colaboran?
Está aceptado que en esta década los organismos públicos se han permeabilizado en las organizaciones no gubernamentales en la lucha contra la pobreza. Así la erradicación del hambre, la solución a los males del mundo pasa por extender las fuerzas del mercado. Ya lo dicen la ONU, la Unión Europea, los Bancos de Desarrollo, las Agencias de Cooperación de países desarrollados como Estados Unidos, Suecia, Alemania y el Estado español. Han extendido que en este contexto el mercado, los créditos, la empresa, el riesgo y la competencia son los que van a aportar la solución para reducir la pobreza y las desigualdades que se están produciendo en todo el mundo.
Este análisis ¿confima el peor de los futuros?
Somos muy críticos con esa visión. Parece bastante evidente, y más en este momento, viendo a dónde nos llevan estas políticas basadas en la autorregulación del mercado. Con la crisis financiera se ve muy claro a dónde nos lleva dejar la gestión de los asuntos económicos en manos de las grandes sociedades transnacionales. Esto no conduce a eliminar las desigualdades. Lo que venimos a decir en el libro es que esta visión no trata tanto de atacar las desigualdades para atajar sus causas estructurales y para acabar con la pobreza, sino lo que pretende es gestionar la pobreza de acuerdo a criterios de mercado. No hacer que los pobres cobren poder, tengan capacidades, cambien las relaciones de ese poder, haya otra estructura económica que les dé peso social. Únicamente los tienen en cuenta en tanto que son consumidores, clientes, proveedores y contratistas de las corporaciones.
¿Quiere decir que se les enseña a ser consumidores?
Sí, a que sean consumidores y a que formen parte cada vez más de la sociedad de consumo. Es una pobreza definida en términos monetarios, como estamos habituados, y la teoría económica en la que se basa todo esto y que es la base de la pirámide, ha conceptualizado todo esto en que hay dos tercios de la humanidad que están fuera de la sociedad de consumo, pero que,, sin embargo, son un inmenso mercado potencial. La idea es que 4.000 o 5.000 millones de personas, que viven con menos de 5 dólares al día, se conviertan en clientes de las grandes corporaciones a través de lo que llaman negocios inclusivos y pasen a formar parte del mercado.
¿Cómo se hace esto?
Poniendo en marcha negocios empresariales y bienes y servicios para esa población. Abaratando los precios por unidad de productos. Por ejemplo, en vez de un litro de champú, poner dosis pequeñas.
¿Con la crisis esa dosificación también se está haciendo aquí?
Esta lógica estaba pensada hace una década para poblaciones del Sur o la periferia, Con el auge de la pobreza en Europa se aplican las mismas técnicas. Unilever lo está desarrollando. Estos negocios en los países les permite la entrada en el mercado, como pasa con los microcréditos para que haya montones de clientes que sean clientes de los grandes bancos.
¿Por dónde pasa la solución?
Una estrategia de protesta y resistencia para defender el sentido solidario de la cooperación. No se puede guiar por intereses empresariales. Debe haber una política pública de solidaridad internacional. Esa parte se achica en favor de las empresas. Implica riesgos. La Agenda de Cooperación se está haciendo ya para 2013 y se están redefiniendo. No aceptar esa colaboración con empresas tendrá dificultades de acceso a fondos públicos. No podemos atravesar esa línea roja, porque actuamos de contrapeso. Estamos elaborando una contrapropuesta entre Hegoa de la UPV-EHU. Estamos perfilando una agenda alternativa de cooperación, que no solo se enfoque a los intereses empresariales y del negocio en manos del mercado, sino que dé peso a los derechos humanos y las cuestiones sociales, y que a la vez, los movimientos sociales transformadores tengan un mayor peso. Porque han sido agentes que se han dejado de lado, para favorecer a las ONG que se han ido profesionalizando. Ya veremos si nuestra propuesta alternativa se aplica por parte de alguna administración pública, lo que será un éxito.
¿Por dónde van sus demandas?
Va por una redefinición de lo que deben ser la líneas básicas de cooperación en el desarrollo más vinculadas a derechos humanos en el amplio sentido de la palabra y la solidaridad internacional, y no a intereses empresariales. Y, por otro, lado que se le dé peso a los movimientos sociales, como sujeto básico de la cooperación al desarrollo de cara a la transformación social, que hasta la fecha han sido los grandes olvidados en favor de las transnacionales.
«Las grandes empresas se lavan la cara con las ayudas a las ONG y en esas alianzas sacan mucho provecho a nivel económico y de integración en determinadas zonas y países»
«Junto con Hegoa de la UPV-EHU estamos elaborando una agenda alternativa para la cooperación que ponga los derechos por delante de las empresas»
«Debemos lanzar una estrategia de protesta y resistencia para defender el sentido solidario de la coperación»