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Fede de los Ríos

A la España invertebrada se le rompe el corsé

 

Un trabajador con las técnicas actualmente existentes multiplica exponencialmente la producción de mercancías hasta inundar el mercado. Da igual si se trata de casas, coches, lavadoras, maquinillas de afeitar, AK-47, cepillos eléctricos o gatos de plástico dorado de los que levantan el puño.

«Para salir de la crisis lo fundamental es aumentar la productividad», dicen. Nos explican que aumentar la productividad es «producir más mercancías con menor coste» (la necesidad de un menor coste como condición imprescindible del aumento productivo no acaban de argumentarlo). Al decir de la patronal, un menor coste en la producción se concreta por un lado, en la bajada del salario del trabajador y por otro en un aumento de su tiempo de trabajo. Observará el sufrido lector que el aumento de productividad tan deseado coincide con un aumento del beneficio del Capital. Una cosa buena para el patrón. Al tiempo que el aumento de la productividad es parejo al descenso del salario para el trabajador. Cosa mala para quien vende su fuerza de trabajo. Para compensar dicho descenso del sueldo, al obrero, el Estado Social, Democrático y de Derecho, generosamente, le aumenta el tiempo de vida laboral.

Una duda flota en el ambiente, ¿quiénes serán los que compren las aumentadas mercancías producidas? Habida cuenta de la disminución de la capacidad adquisitiva por la bajada de salarios, no serán los que viven de un jornal. «Es para la exportación a otros países», contestan los expertos. -Aaah, o sea, que esos países no producen mercancías,- pensará algún lector . Sí lo hacen, pero a un mayor coste y eso las encarece. Gracias a la comprensión por parte de CCOO y UGT para con el Gobierno y con la CEOE al firmar, en enero, el pacto sobre moderación salarial, (la mayor de Europa), España es más competitiva. Ya ha empezado a exportar. De momento, jóvenes ingenieros, médicos, arquitectos, físicos, químicos y demás investigadores; en un futuro próximo, mano de obra cualificada.

Con el gran parque de viviendas construidas gracias a la iniciativa de la banca y los medios de transporte de alta velocidad por tierra y aire con los que cuenta, España está preparada para recibir, en las decenas de aeropuertos y estaciones construidos, e injustamente criticados por los desafectos al Régimen, a millones y millones de turistas, deseosos de sol y toros, que sumado a la venta de souvenirs, inundarán de divisas las arcas tanto públicas como privadas.

España volviendo por sus fueros a sus prístinas esencias, a lo que de verdad interesa a los ciudadanos. Mientras, vascos y catalanes anclados en arcaicas cuestiones identitarias, poniendo palos en la rueda del progreso común y apostando por la secesión. Autodeterminarse sin contar con España, como hizo Cuba, Filipinas o el Magreb. Un despropósito que, si la represión y la cárcel no lo impide, los llevará fuera de Europa; y como Cuba, Filipinas o el Magreb, catalanes y vascos acabarán siendo americanos, asiáticos o africanos.

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