Antonio ÁLVAREZ-SOLÍS | Periodista
Un castillo en la playa
Restauradores y artesanos trabajan por conservar y devolver su antiguo esplendor a órganos tubulares arrinconados en Transilvania.
Para qué sirve el encarcelamiento de Aurore Martín por la Audiencia Nacional? ¿Qué ha motivado realmente su entrega por las autoridades francesas, con el consiguiente alboroto que esta acción ha producido en Francia? Lo peor que se puede hacer en política es soplar enérgicamente las brasas de un incendio que se apaga. Es más ¿ese fuego que trata de calentar? He leído el auto en que el juez Ruz, de la Audiencia Nacional, envía a prisión a la ciudadana francesa. Todo lo que justifica el encarcelamiento es la participación de Aurore Martín en actos organizados por antiguos dirigentes de Batasuna entre los años 2006 y 2008, lo que el juez califica de punible ya que Batasuna fue declarada ilegal en el año 2003. No hay más delito, al parecer. El juez enumera muy puntualmente esos actos en que miembros de la extinguida organización alentaban una política sin violencia en Euskal Herria. Al parecer existe una obstinada voluntad en mantener abierta la herida que recurrentemente se infecta desde Madrid con la mimada bacteria del «ETA sigue y todo es ETA». Las amenazas de ilegalización de Bildu son una prueba evidente de lo que digo. Quizá esta actitud de odio inextinguible se deba a que la gobernación político-social del Partido Popular está produciendo un verdadero oleaje de indignación en la ciudadanía. Pues bien, Madrid alza una y otra vez su castillo de arena antivasquista en esa playa que vive la hora de la marea alta del nacionalismo, con la pretensión de que la calle fije su atención en esa insustancial, pero provocadora ocurrencia. El Gobierno del Sr. Rajoy sigue cogiendo el cubo y la pala para convertir el desastre de su política en una hora de sol y baño popular. Todo esto es verdaderamente irrisorio. Le falta madurez, seriedad.