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Raimundo Fitero

Tragedias

El próximo año se pondrá en marcha en los Países Bajos un proyecto único encaminado a mejorar los recursos energéticos actuales y el gasto de energía. Ideado por Daan Roosegaarde, este proyecto tiene su base en un tipo de pintura especial que brilla en la oscuridad.

Los accidentes en actos multitudinarios se suceden cíclicamente porque se relajan las medidas básicas de seguridad. La avaricia rompe la vida de unas jóvenes que estaban de fiesta, una fiesta importada, pero celebrada en un territorio municipal, el Madrid Arena. Hemos visto vídeos, fotos; hemos escuchado versiones encontradas, pero casi todas abundan en la sensación de descontrol, de aforo sobrepasado, de falta de agentes de seguridad, privada, naturalmente, lo que suele acarrear falta de conocimientos técnicos y material para actuar como corresponde en circunstancias de aglomeraciones de estas características, de instrucciones contradictorias, de puertas cerradas, avalanchas provocadas por el estallido de petardos o bengalas, es decir el relato de algo conocido, de cosas que suceden con demasiada frecuencia, que siempre llegan al mismo punto final y sin retorno: la tragedia, la muerte de jóvenes inocentes.

A partir de esta situación se resetean los discursos políticos, las medidas de control, los trámites y las monsergas administrativas. La judicatura deberá hacer providencias, la fiscalía buscar imputaciones. Los políticos hacen declaraciones con las que se colocan, como siempre, al margen de cualquier responsabilidad, como si ellos no fueran nada más que un ente que está por encima de lo coyuntural. Como es Madrid, la prensa del régimen intentan cortocircuitar cualquier vínculo de las muertes con la alcaldesa, con sus concejales, con sus técnicos superiores o jefes de negociados. Es un edificio municipal, pero al estar alquilado, se convierte en privado. Magia administrativa. Así que rebobinando uno se siente en un déjà vu, en unas imágenes de dolor de las familias, de relatos de lo sucedido que nos colocan ante la incredulidad por la falta de control administrativo y policial, del oportunismo de los programas carroñeros de la televisión para explotar el dolor y de la absoluta sensación de que una vez más los responsables, por acción u omisión, van a salir impunes, sin despeinarse.

Seguramente el retrógrado mayor Ruiz Gallardón anunciará cambios en las leyes para implementar su golpe de estado en el código penal, y a esperar.

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