Iñaki IRIONDO
Memoria y verdad
La todavía presidenta del Parlamento de Gasteiz ha suspendido la ofrenda floral a «las víctimas del terrorismo» que había organizado para el sábado, con lo que ha evitado coincidir con Laura Mintegi en el acto. Lástima. Hubiera sido una bonita foto: la de un cambio de paradigma y un relevo de enfoque. La presencia de Mintegi en la ofrenda ofrecía la imagen del compromiso de EH Bildu con la reparación de todas las víctimas, en contraste precisamente con el enfoque unidireccional que siempre ha pretendido Arantza Quiroga, quien incluso entre todas las «víctimas del terrorismo» únicamente homenajeaba a las provocadas por ETA. Pero, más importante, la entrada de 21 parlamentarios y parlamentarias de EH Bildu en la Cámara puede suponer también un cambio en la forma de abordar la cuestión de la memoria.
La coalición independentista propone la creación de una Comisión de la Verdad. Es un acierto, porque no puede haber memoria sin verdad y en la historia reciente de Euskal Herria hay todavía mucho que esclarecer. No basta con responder que «la verdad es que ETA ha matado, herido, secuestrado, extorsionado, intimidado y que otros les han apoyado». Una de las labores de esa comisión podrá ser, afectivamente, determinar la verdad sobre las acciones de ETA, lo que inevitablemente le llevará a analizar las condiciones en las que se han instruido miles de sumarios en la Audiencia Nacional, para determinar si todos los condenados lo fueron en virtud de pruebas irrefutables o únicamente por declaraciones «obtenidas» en comisarías y cuartelillos.
Habrá también que analizar los sumarios por las muertes producidas por organizaciones parapoliciales y paraestatales. Y, en caso de que dichos sumarios nunca se hubieran instruido, a quién atribuir la responsabilidad de esa indolencia investigativa.
La memoria y la verdad exigen repasar también las denuncias de torturas. Por qué la mayoría no se investigaron. Por qué de las que se investigaron pocas llegaron a juicio. Por qué las escasas condenas fueron luego anuladas por instancias superiores, y las inevitables acabaron finalmente en indultos gubernamentales. Alguien tendrá que explicar por qué condenados en firme por torturas obtuvieron ascensos, medallas y los sobresueldos vitalicios consiguientes.
Hace falta mucha verdad todavía. La que aclare que Xabier Salutregi y Teresa Toda son periodistas, no militantes de ETA, pese a que estén encarcelados como tales, igual que el resto de compañeros de sumario. Y que Arnaldo Otegi y Aurore Martin, como Rafa Díez, Sonia Jacinto, Miren Zabaleta y Arkaitz Rodríguez, tampoco son dirigentes de ETA, sino líderes políticos que han contribuido al cambio de escenario político más importante de este país.
Y cuando después de mucho trabajo se sepa la verdad, allá hasta donde se alcance, habrá que administrarla con inteligencia. ¿Qué era Melitón Manzanas, un torturador o una víctima del terrorismo? ¿Qué fue Argala, victimario o víctima? Todo demasiado complicado para el blanco y negro, demasiado complejo para tratar de resumirlo en la banda de una corona de flores, como pretendía la presidenta del Parlamento de Gasteiz.
Aunque mañana no haya foto que lo atestigüe, el Día de la Memoria ha iniciado ya su metamorfosis.