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Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista

Husos horarios en Washington y en Beijing

 

Han querido los hados, movidos las más de las veces por pulsiones demasiado humanas, hacer coincidir los procesos de selección de las élites políticas en el poder en las dos grandes potencias mundiales.

El retraso en la celebración del XVIII Congreso del PCCh, previsto para octubre, ha sido interpretado por sinólogos occidentales como una muestra de la convulsión que ha vivido China en los últimos meses con el golpe de mano contra los sectores neomaoístas personificados en el purgado Bo Xilai. Interpretaciones más prosáicas apuntan a que Beijing habría decidido posponer el cónclave para esperar al día después de las presidenciales estadounidenses y a un desenlace, la victoria de Obama, tras el que los dirigentes chinos han suspirado de alivio.

Sea como fuere, destaca el distinto rasero que rige en Occidente a la hora de valorar los acontecimientos políticos en los dos países que marcan la pauta de la actualidad mundial. Y la más que obvia diferencia entre sus respectivos procesos -elecciones más o menos abiertas en EEUU, cónclave a puerta cerrada en el caso chino- no bastan por si solas para explicarlo.

Porque estos análisis omiten las más que notorias coincidencias. El bipartidismo de una sola cara estadounidense (demócratas y republicanos comparten con distinto acento el credo liberal) tiene su correlato en el Partido Único chino dividido en dos tendencias, ambas reformistas pero con matices. El sector más social personificado hasta ahora en el presidente Hu (un tuanpai o hijo del pueblo, surgido de las Juventudes del PCCh) pasará el relevo del poder a Xi, un príncipe rojo (taidizang), que ejemplifica a los hijos de los héroes de la revolución maoísta que se han enriquecido en los últimos decenios.

Un relevo totalmente ordenado y en el que ambas tendencias se repartirán el poder. Para ejercerlo durante las dos próximas legislaturas.

Las mismas que completará Obama dentro de cuatro años. Al final va a ser solo cuestión de sincronizar los relojes institucionales en EEUU y en China. Y si no, al tiempo.

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