Mikel Jauregi | Kazetaria
De matrimonios y tal
Lobotomía generalizada, todas las piezas encajan muy bien/ el cerebro ya ni siente ni piensa, no sabe no contesta/ el hombre y la mujer deben vivir, consumir, procrear/ solo con sus leyes y con sus reglas/ bienvenido al mundo de las ratas./ Todo debe estar bajo su control/ poder, drogas, alimentos y dinero/ diversión, medicinas y armamento/ nos educan para necesitar políticos profesionales/ y nos quedamos sentaos en el umbral de la indiferencia/ a cambio nos dan este mundo de ratas», escupen los de Soziedad Alkoholika en uno de sus himnos.
Y manejando los hilos de «este mundo de ratas» aparece, entre otros fantasmagóricos entes, esa Iglesia católica que, por boca de la Conferencia Episcopal Española, ha emitido un comunicado en el que valora la sentencia del Tribunal Constitucional que da su visto bueno al matrimonio entre personas del mismo sexo y a la adopción de niños por parte de estas parejas. Se pronuncian así estos pastores: «Debemos reiterar que la actual legislación española sobre el matrimonio -con independencia de que sea o no conforme a la Constitución- es gravemente injusta, puesto que no reconoce ni protege la realidad del matrimonio en su especificidad. Es, pues, urgente la modificación de la ley con el fin de que sean reconocidos y protegidos los derechos de todos en lo que toca al matrimonio y a la familia. Pensamos, en particular, en el derecho de quienes contraen matrimonio a ser reconocidos expresamente como esposo y esposa; en el derecho de los niños y de los jóvenes a ser educados como esposos y esposas del futuro; y en el derecho de los niños a disfrutar de un padre y de una madre, en virtud de cuyo amor fiel y fecundo son llamados a la vida y acogidos en una familia estable». Y para que no haya dudas al respecto, José Ignacio Munilla, obispo de Donostia, clama que «no es un juez el que decide que un matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer».
Ahí lo dejo, así, en bruto, para su lenta digestión. Pero como todo debe tener un principio y un final, regreso al inicio de estas líneas para acabar recordando lo que decía la última estrofa del tema de SA: «¡Ratas! nosotros seremos serpientes/ ¡ratas! serpientes, serpientes/ ¡ratas! hay que tragarlas de una en una/ ¡ratas! de una en una, en una, on egin!».