Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
El beso
Como en el cuento de Chejov hay vivencias en nuestras mínimas existencias que podríamos dilatar sin límite. Quién pudiera alargar los momentos de placer, de serenidad, de euforia... Quién pudiera conservarlos y sacarlos a pasear de vez en cuando. Nostalgia le llaman. Añoranzas de lo vivido, añoranza ante la incertidumbre del futuro.
Un beso. Dilatarlo en el tiempo sería agotador, pero las circunstancias que lo rodean, los matices que acompañarían a la narración del acontecimiento, las diferentes visiones que podrían darse de él, se me antojan sumamente estimulantes. Besos robados, besos desesperados, besos complacientes, besos no dados... El cine, la literatura, las artes, han inmortalizado algunas de las fantasías que nos rondan sobre el placer de besar. Hay besos y gente para todo. A veces, la «ausencia de» hace que la idea del beso, del encuentro, de ese deseo que espera consumarse para morir, adquiera relieve, se edifique en nuestra imaginación. Hay un videoclip en el que Nick Cave y PJ Harvey cantan la tormentosa y oscura historia de Henry Lee. El tema pertenece al álbum «Murder Ballads» (1996). Ambos se sitúan en un escenario que prescinde de atrezzo, se miran, se rozan, se cantan. Nada y todo sucede. El tiempo de su beso se prolonga, el deseo se mantiene indemne. Probablemente perdurará.
P.D.: Este artículo ha sustituido al original. Autocensura. Besos en lugar de balas.