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El empeoramiento de sus relaciones distancia a Berlín y Moscú

Varias acciones unilaterales de representantes de segunda fila del Ejecutivo germano están provocando, desde el pasado mes de octubre, el empeoramiento de las relaciones entre Alemania y Rusia. El enfriamiento se produce cuando el Gobierno de Angela Merkel debe decidir el rumbo estratégico de su política exterior entre Washington y Moscú.

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Ingo NIEBEL

No ha sido casualidad que los soldados rusos, que el 7 de noviembre participaron en el histórico desfile militar en la Plaza Roja de Moscú, llevaran también uniformes de la segunda Guerra Mundial. Hace siete décadas empezó la decisiva batalla de Stalingrado, que culminó el 3 de febrero de 1943 con la victoria del Ejército Rojo. Así que el año que viene la Rusia postsoviética tendrá otra fecha clave que conmemorar. Sus actuales relaciones con Alemania han empeorado, pero no tanto como para tener que echar mano de la Gran Guerra Patriótica.

Sin embargo, dos décadas después de la desintegración de la Unión Soviética, Rusia se ve de nuevo atacada en diferentes frentes -desde Oriente Medio y Oriente Próximo hasta Moscú- y tiene que velar por sus intereses económicos y su soberanía nacional. Al mismo tiempo, ha de definir sus relaciones con Alemania, que a lo largo de los dos últimos siglos ha sido su mejor aliado y su peor enemigo, que llegó a aniquilar a 20 millones de ciudadanos soviéticos entre 1941 y 1945.

En las últimas décadas, Berlín ha querido aparentar ser un mediador entre Moscú y Occidente. Por eso llama la atención que desde finales de octubre dos integrantes del Gobierno de Merkel hayan provocado sendos enfrentamientos con el Estado ruso.

El último en irritar al Kremlin ha sido su encargado para los Derechos Humanos, el liberal Markus Löning (FDP), quien se mostró «muy decepcionado» por la nueva ley rusa de Alta Traición que en adelante va a dificultar la labor de ONG extranjeras. Semejantes medidas legales han aprobado países como Venezuela y Bolivia para protegerse de operaciones desestabilizadoras que, por ejemplo, la CIA suele llevar a cabo a través de agencias como la USAID y la NED y Berlín, con ayuda de su BND mediante las fundaciones cercanas a sus partidos políticos.

«Me causa gran preocupación que Rusia pueda evolucionar hacia una dirección que no nos puede gustar a nosotros, los demócratas», comentó Löning refiriéndose a la nueva ley. El Ministerio alemán de Exterior, dirigido por el también liberal Guido Westerwelle, respaldó esta posición.

Anteriormente, nada menos que el Encargado para Rusia del Ejecutivo, el demócratacristiano Andreas Schockenhoff, hipotecó las relaciones con el principal mercado alemán en el este de Europa. Primero criticó en una entrevista la nueva ley de manifestación y el trato que recibieron el grupo Pussy Riot y la oposición por parte del Gobierno ruso. Después hizo que su grupo parlamentario elaborase una proposición no de de ley, igualmente crítica con Rusia, que debería ser presentada en el Bundestag poco antes de la tradicional cumbre bilateral. Aunque el Ministerio de Westerwelle intervino, limando las partes más ásperas del texto, y a pesar de la intervención de los ámbitos económico e industrial alemanes, preocupados por sus negocios con la Rusia de Vladimir Putin, el Kremlin decidió cortar todo contacto con Schockenhoff.

Línea directa

Por ahora, y hasta que se las elecciones generales en Alemania en 2013 diluciden la incógnita sobre otra «Gran Coalición» entre CDU y SPD, Moscú opta por la línea directa entre Merkel y Putin. La primera domina el ruso por ser exciudadana de la República Demócrata Alemana (RDA), la fiel aliada socialista de la Unión Soviética. Y Putin habla el alemán porque siendo oficial del servicio secreto soviético KGB vivió varios años en Alemania oriental.

Además, el presidente ruso cuenta con otro as en la manga: Hasta ahora la diplomacia rusa ha sabido igualar la afinidad de Merkel (CDU) con Estados Unidos, especialmente con su entonces presidente George W. Bush, apostando por su antecesor en el cargo, Gerhard Schröder (SPD). Cuando, en 2005, el socialdemócrata tuvo que dejar el poder en manos de la cristianodemócrata, fichó por representar a la multinacional rusa Gazprom en Alemania. Antes de abandonar la Cancillería, Schröder hizo posible la construcción del gaseoducto que, evitando su paso por países como Polonia, fiel aliado de Washington en el este de Europa, trasporta ese combustible desde Rusia hasta Alemania, pasando por el mar Báltico.

El actual enfrentamiento con Rusia es resultado también de la actuación, solo táctica y no estratégica, de Merkel y Westerwelle. Su apuesta por derrocar al presidente sirio, Bashar al-Assad, responde a que Berlín no quería quedarse de nuevo al margen como cuando se abstuvo de intervenir contra la Libia de Muamar al-Gaddafi.

Esta decisión ha provocado un conflicto con Moscú, que no puede perder a Siria por razones geoestratégicas, ya que eso ayudaría a EEUU a reducir un tanto más la zona de influencia rusa. Washington, a su vez, intenta vender a Berlín la ilusión de que Moscú ha dejado de ser una potencia a tener en cuenta. Si Merkel aceptara esta posición perdería su posición de mediador entre Rusia y Occidente. De hecho parece que Westerwelle sí está dispuesto a alejarse de Moscú para evitar que EEUU corte con Europa y Alemania y mire hacia Asia. Con tal propósito, acaba de resucitar el antiguo, pero poco vital, proyecto de un Área de Libre Comercio entre Washington y Bruselas.

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