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Los rojiblancos, por el buen camino

Los brotes verdes empiezan a tomar forma

Los leones ganaron de manera merecida a un Sevilla muy timorato, después de realizar un serio partido, rayar algunos de sus jugadores a gran altura y terminar sufriendo con un hombre menos.

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ATHLETIC 2

SEVILLA 1

Joseba VIVANCO

Baila la lluvia en la calle, domingo tarde en Bilbao. Hay un sol hecho de sueños: es la grada en San Mamés... Ayer era domingo tarde en Bilbao, bailaba la lluvia en la calle y sobre el césped también de una Catedral que volvió a creer. El Athletic de Bielsa, ese proyecto que estaba desilusionando en palabras del propio técnico argentino, volvió a esperanzar. Hay fútbol en sus botas; hay alma en sus corazones. De la decepción a la comunión. De puta a monja... que diría Joaquín Caparrós. Y si no que se lo digan a un Gorka Iraizoz cuyo nombre incluso fue coreado, más allá de que siga sin ser santo de devoción de buena parte de la parroquia rojiblanca. Pero ayer, o era todos a una, o nada.

Veinte encuentros dijo el sábado el de Rosario que llevaba esperando a su Athletic y al siguiente, su equipo estaba ahí, había regresado del purgatorio, jugando, mandando y marcando en la primera mitad, y dejándose el alma cuando la lluvia le volvió a golpear de cara, cuando la sombra de esos primeros veinte partidos volvió a sobrevolar San Mamés en forma de expulsión y penalti. Y entonces fue cuando La Catedral entendió que era su momento, el de arrimar el hombro, el de empujar y sostener los doloridos músculos de sus jugadores. Y ellos se lo devolvieron con creces. Contemplar los minutos finales del choque a De Marcos e Isma López como perros de presa mordiendo la línea defensiva rival, a un superlativo Susaeta galopando hasta la extenuación y robando balones imposibles para luego marcarse un caño, a Iturraspe probando el límite de su resistencia, a la pareja de centrales convertidos en colosos. Amor propio, lo definió Bielsa al final del duelo. León herido, diría yo.

Nadie dijo que fuera a ser fácil y eso que ayer, de no mediar la expulsión de Herrera a falta de quince minutos para el pitido, los rojiblancos deberían haber solventado el choque sin mayores agobios que los propios de contrarrestar a un equipo que con 2-0 en contra se ve obligado a empujar y apretar al rival.

El de ayer fue un Athletic que empezamos a reconocer, a brochazos, como ante el Lyon, más sostenido y serio en el primer tiempo, y sobre todo un Athletic que cuando hubo que enfundarse el buzo y apretar los dientes lo hizo, y se fajó arriba y abajo, lejos de ese equipo endeble y sin agresividad que no sabía defender lo que era suyo.

Merecida renta al descanso

Los malos hábitos de esta temporada se aparecieron como un fantasma en una falta de entendimiento entre Iraizoz y Aurtenetxe al poco de comenzar el partido, pero todo quedó en un susto del `Correcaminos' Navas. Ni fue a más, ni se volvió a repetir. A partir de ahí, la seriedad presidió cada acción de los bilbainos, excepción hecha del nuevo arrebato infantil de un Iker Muniain que perfectamente pudo ser expulsado tras golpear a un rival con el balón detenido. Por menos le echaron a Herrera en Mestalla. Al navarro le han perdonado dos veces la roja en cuatro días. O se lo mira él, o que se lo mire alguien.

Ante un Sevilla sorprendentemente timorato, fortificado en su retaguardia y sin exprimir la manifiesta superioridad de Navas sobre Aurtenetxe, el Athletic fue mucho mejor en esa primera mitad. Aduriz avisó por dos veces para los siete minutos de partido y las dos las marró; la segunda de ellas, solo, solito. Los locales llegaban bien y fácil hasta la frontal del área sevilllista, pero allí morían sus intentonas. El juego tomó un ritmo cansino, peligroso y fue en un destello, como luego diría Bielsa donde nadie estaba en su sitio, el que dio origen al primer gol. Aduriz protagonizó en banda izquierda, Aurtenetxe centró y en la posición del `9' apareció De Marcos, que solo giró el tobillo, orientó el pie y la fuerza del balón hizo el resto. Palop ni se movió. El de Guardia se acordó del gol fallado ante el Lyon, ante el Granada. «¡Ya era hora!», dicen que dijo.

De ahí a los vestuarios, una malograda ocasión entre Gurpegi y Aurtenetxe que propició una peligrosa contra de Navas, un testarazo de Susaeta en el segundo palo que se le fue alto y... el segundo tanto. Sobre la bocina, otro de esos goles `made in Caparrós': balón largo de Amorebieta, Aduriz la prolonga de fábula de cabeza y Susaeta encarando ante Palop dispara al muñeco que esta vez, a diferencia del jueves, resultó tener manos de paja. Y adentro. Los imponderables le hacían un guiño a los rojiblancos.

Movió peones al descanso Michel y dio entrada a un inquieto Diawara para jugar en punta con Negredo y a un Reyes de vuelta de todo. La tuvo el primero al minuto, después de que Aurtenetxe perdiera en línea de fondo un balón como Muniain ante el Lyon y que costó el tercer gol francés. El Sevilla apretó y el Athletic perdió el control, el balón, el dominio. Pasaba apuros el equipo de casa, jugando con tres centrales, Aurtenetxe incluido, y un De Marcos tratando sin fortuna de frenar al rapidísimo Navas. Solo iban cinco minutos de juego y la grada se percató de que tocaba arrimar el hombro. Rugía ya La Catedral.

El infructuoso empuje sevillista fue perdiendo fuelle ante un Athletic bien pertrechado, que niveló el dominio y que tuvo el tercero en un remate alto de Susaeta. La grada empujaba lo suyo, pero ni hay aficiones que metan goles, ni que los paren. Ayer, para eso, estaba un enorme Iraizoz que salvó por dos veces en la misma jugada un gol casi hecho. San Mamés, sabio, rompió en aplausos y hasta coreó el nombre del portero, al que ya le venía aclamando cada salida suya por alto o cada despeje de puños.

Bajo la persistente lluvia, el partido entró en un cuerpo a cuerpo por cada balón, un derroche físico sobre el rápido césped, una pugna sobre cada centímetro del verde con el rugido de la afición espoleando en el cogote propio y rival. Y llegó la jugada que pudo ser crucial. Mano de Herrera, segunda amarilla y a la calle. Era el minuto 76. Bielsa se comía literalmente al cuarto árbitro recordando una mano de Cala en la primera mitad que el colegiado no sancionó con cartulina. San Mamés estallaba. Once faltas cometió el Athletic y vio siete amarillas y una roja; veinte sumó el Sevilla y solo cinco tarjetas. Como diría José María García, «sobre el árbitro, división de opiniones: Unos se acordaron de su madre y otros de su padre».

Los dichosos imponderables otra vez. Un sufrimiento que se iba a agudizar cuando el colegiado sancionaba una mano de Iraola dentro del área y Negredo acortaba distancias. Pero como se sinceró Marcelo Bielsa en la previa, «frente a la adversidad, siempre sigo luchando. Y sé hacerlo en soledad». Pero esta vez no estaba solo. La Catedral se convertiría en ese jugador número once que le faltaba.

¿Leones o güevones?

San José entraba por Aduriz como tercer central y De Marcos se situaba de avanzadilla. Fue entonces cuando sobre el césped, los rojiblancos se cruzaron miradas y quién sabe si se preguntaron el televisivo ¿somos leones o `güevones'? Y al unísono corearon ¡leones! Y a fe que lo fueron. Corrieron, presionaron, se vaciaron y con el pitido final, lo mismo que Marcelo Bielsa brincando desde la banqueta golpeaba sus puños con rabia, sus jugadores soltaron amarras, izaron la vista al cielo, se abrazaron y se bañaron en el aplauso merecido de los suyos.

El Athletic toma vida, recupera ese crédito perdido al que aludía el sábado su entrenador y tiene una semana por delante, sin fútbol de por medio para apuntalar sensaciones. Los rojiblancos tendrán tiempo para reflexionar si de verdad se abonan a los brotes verdes de ayer y dejan atrás los hilillos de plastilina de anteriores partidos.

Marcelo Bielsa: «Me quedo con la entrega absoluta, el amor propio y esfuerzo colectivo»

Antes de la comparecencia en la sala de prensa de San Mamés de Marcelo Bielsa, el técnico sevillista Michel había desvelado que se acercó al área técnica del Athletic para impedir que el árbitro principal, Alejandro Hernández Hernández, ejecutara una «orden» del cuarto árbitro al colegiado principal para que expulsara al técnico argentino por sus protestas tras la segunda amarilla a Herrera. El argentino luego se lo agradeció en público: «Es difícil de olvidar ese gesto de Michel», dijo, para añadir una petición de perdón al colegiado por su airado comportamiento. Pero más allá de la anécdota, Bielsa se refirió al partido para destacar la «entrega absoluta, el amor propio y esfuerzo colectivo» de sus futbolistas en un partido con distintas fases. Una primera parte en la que el Athletic «fue claramente superior» y una segunda en la que fueron dominados por su rival tanto «en el primer cuarto de hora» como en el último tramo, tras la expulsión de Herrera. El de Rosario se alegró, además, de la actuación de Gorka Iraizoz, que calificó de «determinante» en el resultado final y se felicitó de que el público lo supiera reconocer. Por contra, admitió que Herrera estaba algo cabizbajo por haber sufrido una nueva expulsión, tras la de Mestalla, desilusión que se compensa con la alegría que, dijo, reinaba en el vestuario.

Para el técnico rojiblanco, esta victoria supone «un paso hacia la estabilidad», aunque reconoce que a esta alturas del campeonato, dos victorias seguidas tampoco sirven para hacer una valoración demasiado rigurosa. De momento, está a 4 del descenso y a 3 puntos de la Europa League. Quizá esto no haya hecho más que empezar.

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