Scholastique Mukasonga: «Mis libros son tumbas de papel»
Actualmente es una ciudad dinámica, como muchas otras de Ruanda. Pero antes del genocidio de 1994, en Nyamata «solo había promesas de muerte. No había vida», en palabras de Scholastique Mukasonga, la escritora ruandesa ganadora del prestigioso Renaudot 2012.Stephanie AGLIETTI-AFP | NYAMATA
Scholastique Mukasonga, ruandesa de origen tutsi, es la autora de «Notre-Dame du Nil» (Nuestra Señora del Nilo), novela con la que ganó el prestigioso premio literario francés el pasado día 7. El galardón, explica, «es el primer paso hacia el reconocimiento de nuestra historia. Me han escuchado, las víctimas también han sido oídas», explica en entrevista telefónica .
Nacida en 1956 en la provincia de Gikongoro, en el suroeste del país, en 1960, un año después del inicio de los pogromos anti-tutsi, fue deportada como millones de miembros de su etnia al pequeño pueblo de Nyamata, ubicado en la inhóspita región de Bugesera. Allí 37 miembros de su familia murieron en 1994.
Nyamata, con sus bancos y su moderno mercado, no recuerda en nada a su pasado. En aquella época, la región estaba prácticamente deshabitada, era árida, poblada por animales salvajes e invadida por la mosca tsé-tsé. «Era un bosque poco propicio a la cultura», dice Emmanuel Ndashimye, viudo de Juana, la hermana pequeña de la escritora, que fue asesinada en 1994 junto a cuatro de sus hijos, incluido el que llevada dentro. «La vida era miserable. Pasábamos días sin comer», continúa.
Los tutsis desplazados vivían como ciudadanos de segunda, sometidos a persecuciones diarias y a masacres en cada período de inestabilidad política. «Todos los días teníamos que encontrar escondites, para escapar de los machetes. Salvar a sus hijos era el día a día de mi madre», añade Scholastique Mukasonga Escolástica, quien pudo huir de Ruanda a Burundi en 1973, antes de instalarse en el Estado francés en 1992.
Desaparecidos
Del pueblo de Gitagata, situado a unos ocho kilómetros de distancia y donde se estableció la familia de la escritora poco antes de su deportación, apenas queda más que una pista de tierra de seis kilómetros, silencioso, rodeada de páramo y las malas hierbas. «Antes había casas cada cincuenta metros», recuerda Emmanuel, mientras que se acerca a un terreno cubierto de hierbas altas, donde solo un aguacate marca la ubicación de la casa de la infancia de la autora. «Cuando regresé a Gitagata en 2004, no reconocí el pueblo de mi infancia. No había nada. Me entró el pánico. De Gitagata no queda más que mi memoria (...). Yo sólo pensaba en una cosa: volver y ponerlo todo sobre el papel».
En 2006, Scholastique Mukasonga publicó su primer libro autobiográfico «Inyenzi ou les Cafards», al que le siguió en 2008 «La femme aux pieds nus», en homenaje a su madre Stephania y, a continuación, «L'Iguifou» en 2010. «Había que salvar la memoria. Mis libros son tumbas de papel», explica, aunque su trabajo sea desconocido en su tierra natal. «No hay una cultura del libro en Ruanda», se lamenta su cuñado Emmanuel Ndashimye.
A diferencia de sus trabajos anteriores, «Notre-Dame du Nil» es una novela de ficción que transcurre en un liceo ruandés para chicas de clase alta, en la que el 10% de las estudiantes son tutsis. La propia autora estudió en la una institución religiosa en Kigali, llamada Notre-Dame-de-Cîteau, entre 1968 y 1971, donde llegó pese a las dificultades de los tutsis, sobre todo los procedentes de Bugesera, a acceder a la educación secundaria. La vida en el colegio, los fantasmas del genocidio de 1994 en el que murieron 800.000 personas, la mayoría tutsis, son el fondo de la historia. «He optado por el género de la novela para tomar distancia, escapar del sufrimiento (...). Soy el testigo de fuera, no vivo el sufrimiento de la víctima», agrega la autora.
En su primera novela, sitúa la acción en un liceo donde se forma la elite femenina del país, con cuyas protagonistas abre «un poco más las puertas de la historia y de la cultura ruandesa auténtica», según la revista literaria «Cultures Sud».
La escritora tiene «la convicción de que todo el pueblo ruandés, a excepción de los instigadores del genocido, fueron manipulados, incluso los que blandían los machetes». Cree ahora que «se puede lograr la reconciliación».