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Crónica | Smith en el Guggenhein

Una dicharachera Patti Smith arregla cuentas con los veteranos que querían «gloria»

Patti Smith siempre será bienvenida por historia, valores y trabajo, pero como continúe visitando euskal herria al ritmo de los últimos años, terminará siendo patxi smith, la misma que el pasado martes entusiasmó, con matices, a 800 seguidores en el museo guggenheim dentro del sobresaliente ciclo Women's Nights, que concluyó con ella.

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Pablo CABEZA

Es habitual que en este tipo de conciertos, los destinados a veteranos de los sesenta/setenta, se cuenten batallas de época mientras se aguarda el inicio del bolo.

En Guggenheim, a pesar de su aplomo estilizado, las conversaciones fueron las comunes: «A mí me operan de la cadera dentro de dos semanas», «yo pensaba que íbamos a estar sentados, pues no sé si voy a aguantar dos horas de pie», «me operan de la próstata en una semana, pero es una cosa sencilla», «mira [por un panfleto entregado en la entrada], en diciembre toca Jorma Kaukonen, este era el guitarra de los Jefferson Airplane y Hot Tuna, hay que ir», «Yo sólo me acuerdo de `Horses', así que espero que la toque»...

Mirar al rededor, entre semejantes, que el que firma también tiene su edad, era ver a hermanos y colegas anónimos, u observarse en el espejo: canas, años, calvas... y, sobre todo, un aspecto externo tan cotidiano y común que en ningún caso cabría pensar que detrás de ese humano podría existir una historia repleta de rock, aventuras y transgresiones.

Pasadas las diez, el atrio aplaude la salida a escena del mito. En el centro se sitúa Patricia Lee Smith, sonriente, feliz, a su izquierda se coloca el escudero Lenny Kaye, guitarra acústica, tan delgado como Smith o más. Lleva con la poetisa desde 1974. Es como su hermano. Y a su derecha se planta Tony Shanahan, bajo y piano, que lleva ya con Smith desde el año 96, pero que al no ser uno de los clásicos, no despierta entusiasmos iniciales. Sin embargo, transcurrido el concierto fue el músico que más brillo y asombro transmitió. Tocó de maravilla, qué estilizizado, qué manera de envolver las notas, es como ejecutar listados en el tenis. Un placer para los oídos y la vista.

Ataque a la historia

La mujer de Chicago elige un inicio tranquilo, con el piano como protagonista. No recurre a un éxito para cautivar de primeras. Prefiere «April», una lenta canción de «Banga», el álbum de 2012 que presenta en esta gira, aunque la mayoría solo piensen en el pasado. Da igual, hay ganas de comulgar y los aplausos recorren las irregulares paredes del museo, asimetrías que permiten que no haya reverberación. Como el sonido es acústico tampoco ofrece especiales dolores de sonorización.

La segunda canción si es de “Horses”, su disco más emblemático, una especie de protopunk que inició la leyenda y que, sin embargo, no consiguió pasar del puesto 47 en Estados Unidos y del 157 en Gran Bretaña. De “Horses” eligió “Redondo beach, también bastante clamada.

Smith viste con su característico estilo entre la dejadez, el desprecio por las modas, lo apañado, y la prenda unisex. Chaqueta negra grande, muy habitual en su vida, un chaleco negro por debajo y en la siguiente capa una camiseta blanca de las de 5 euros. Pantalones vaqueros y botas.

El primer momento de ajetreo auténtico, más allá de las cortesías, que las hubo, llegó con la versión de “It’s a dream”, original de Neil Young. Versionar a Young es parte de la vida artística de Smith y también han actuado juntos. Los aplausos finales sonaron a arrebato.

En la primera parte de la noche, Smith se muestra muy coloquial. Dedica una canción a «Bilbao», agradece con entusiasmo la oportunidad de tocar en un espacio como el Guggenheim, se acuerda de los desastres meteorológicos de Nueva York e incluso dedica una canción a la gente de su edad.

Suenan “Pissing in a river!, de “Radio Ethiopia”, “Ghost dance”, de “Easter”, “Dancing barefoot”, de “Wave”, “My blakean year”, de “Trampin'”... y Fuji-san”, This is the girl” y “Banga”, de su disco actual, “Banga”.

The “Easter” retoma “Because the night”, para entusiasmo del público desde la primera nota surgida del piano. Smith escupe sobre el escenario. Las emociones le han llevado a su juventud. No suena “Horses”, pero al público le otorga el placer de cantar “Gloria” y los cuerpos del atrio reviven. La incendiaria “People have the power” cierra un concierto de valores discretos y épica justita  .

 

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