La carcundia mediática, tanto la impresa como la digital, lleva semanas apuntando (casi) todas sus baterías hacia Catalunya. El próximo domingo hay elecciones en el Principat, y algunas y algunos han decidido echar el resto. Después del batacazo que se pegaron hace un mes por estos lares, se temen lo peor. Así, son capaces de escribir cualquier cosa, como el columnista Javier Caraballo en «Elconfidencial» donde titula su última pieza: «Abuelo emigrante, nieto independentista». El tal Caraballo escribe cosas como la siguiente: «Llegó de emigrante a Cataluña y cincuenta años después se le revuelve el estómago cuando ve llegar a su nieto de una manifestación independentista, con la senyera al hombro y los ojos inyectados de odio a España, a Andalucía.» Servidora no conoce a muchas abuelas o abuelos a los que se les revuelva el estómago por nada que hagan sus nietas, y mucho menos por ir a una manifa. Lo de los ojos inyectados de odio es un tópico más en este tipo de columnas. En fin.

Pero el autor insiste. Afirma que al emigrante-abuelo se le revuelve el estómago «porque ni él ni sus hijos, ni sus amigos ni sus vecinos; nadie es capaz de explicar qué ha ocurrido para que en tres generaciones se haya producido esta transformación brutal». Quienes no entienden nada son Caraballo y otros escribientes del infraebro. Pero nada de nada.

Y claro, todo tiene explicación, también esa mutación en el árbol genealógico del pobre inmigrante. El columnista lo explica: «nada de lo que ocurre ahora se explica sin varias generaciones de catalanes educados en el discurso del agravio nacionalista, en el ideario del odio a España, en la realidad virtual del reino que nunca existió, de la nación que nunca existió». Para realidad virtual, la que algunos se montan delante del ordenador. Y aunque Caraballo sostiene que «nadie habrá más desconcertado que aquel emigrante que llegó a Cataluña hace cuarenta o cincuenta años», lo cierto es que desconcertados andan quienes no son capaces de entender que Catalunya y Euskal Herria han emprendido su propio camino. «El contraste del abuelo emigrante y el nieto independentista», concluye. Para servidora, no es más que la pura lógica de una familia catalana.